dissabte, 20 de novembre del 2010

Paperplanes.


- Hey, I’ve got my results right here!
- Geez, so many sheets! And...?
- I failed.
- Don’t be upset, honey. Cheer up. Drink a tea, watch a movie...
- That won’t solve my problems, you see.
- Ah, but is there a problem to solve? You’ve failed: you can cry, yeah, but it won’t solve anything. You can smile; you’ll neither solve a shit, but at least you’re going to have a good time.
He chuckles.
- That’s better!
- And what am I going to do with all those papers?
Evil smirks.
- You know... We could always make paper planes.

dimecres, 17 de novembre del 2010

Sirventès a Berlusconi

(a.k.a. exercici de català)



A mi me piazen las bellas ragazzas,
declares davant tots els periodistes;
i no és cap programa del cor, ai las!
És l’enèsima de les entrevistes.
Amb un gran somriure a la cara admets,
que la teva perdició són les vistes.
Ai, Silvio, caro amico, president,
d’un estat corruptament emergent.

Si alcessin el cap els antics tirans
que regnaren fa segles amb mà dura
i veiessin els seus germans llunyans,
i el que ha esdevingut sa terra futura,
es retorçarien amb gran furor
tot tornant a la seva sepultura.
Ai, Silvio, caro amico, president,
d’un estat corruptament emergent.

La màfia siciliana engelogeix
perquè no té res a què dedicar-se;
malmetre son país ja ho fa el govern
i no els queda més que anar disparant-se
per aconseguir evitar l’atur:
que ni Al Capone pot emmancipar-se.
Ai, Silvio, caro amico, president,
d’un estat corruptament emergent.

Però Itàlia comença a estar cansada;
la millor prova n’és la Catedral
que un dia caigué del cel al teu cap.
I tot i que no n’hi vas fer cabal,
era l’advertència de la tempesta:
vés enrecordant-te de mirar a dalt.
Ai, Silvio, caro amico, president,
d’un estat corruptament emergent.

Roma, bressol de civilitzacions,
qui t’havia vist i qui ara et veu!
A mans d’uns quants hipòcrites misògins,
amb Berlusconi que fica la veu
a fets en teoria imperdonables
i el Papa disculpa en nom de la creu.
Ai, Silvio, caro amico, president,
d’un estat corruptament emergent.

dijous, 11 de novembre del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Capítulo 5 (V)

Las reacciones no se hicieron esperar; la mayoría del local se tiró al suelo, entre exclamaciones de sorpresa y miedo. Jim Brewster gateó hasta bajo la mesa, con su mente martilleando una y otra vez: ‘Sabía que eran unas perturbadas, ¡lo sabía!’. El pequeño grupo del coro de la residencia de ancianos, que se reunía allí todas las tardes para jugar a cartas, corrió hacia el baño más próximo, el de señoras, y un chico joven y con aspecto delgaducho y triste se tiró por la ventana, probablemente sin acordarse de que estaban en una planta baja. En medio del caos, Phyns distinguió por el rabillo del ojo como Mary Sue arrastraba a un Nick asustado a fuera, a la calle. Afortunadamente, no la había reconocido; en aquel momento daba gracias a la gilipollez de su amorcito.
Sólo una mesa siguió con todos sus ocupantes.
- Vaya, ¿y esa chica? ¿Quiere hacer volar la cafetería? –preguntó Max la obviedad.
- No, qué va. La conozco; se sienta a mi lado en clase –le respondió Al frunciendo el ceño. – Sufre alguna enfermedad mental, pero todavía no he descubierto cuál.
- ¿Te está molestando, Max? –preguntó Doris, con los ojos brillantes. -¿Quieres que la elimine en tu honor?
- Dile que sí – le susurró Al.- O si no, moriremos todos.
- No hay de qué preocuparse –le contestó el otro en voz baja también.- ¿Recuerdas lo de esta mañana? Aún después de que mi agente se lo explicara todo a la policía, no se han fiado del todo, así que me han puesto un retransmisor en el tobillo, de esos qué tienen GPS y micrófono incorporado. No deberían tardar en aparecer.
- Esto no es Roseville –apuntó Doris.- Aquí la policía es una simple leyenda urbana. Hay gente que dice que los ha visto, pero siempre son amigos de conocidos.
- ¡VOSOTROS! –les señaló Phyns.- U os calláis la boca, u os frío como pollos.
La chica emo estaba nerviosa; Nick y Mary Sue habían desaparecido detrás de la puerta, y había perdido todo rastro de ellos. ¡Quién sabía la de cosas que podía hacerle la princesita a su Nicky! Lo podría atar a una farola y… No, era mejor no pensar en ello; las imágenes mentales perniciosas podían dañar su capacidad de analizar a sangre fría. Con disimulo, giró la cabeza hasta dónde estaban las gemelas.
- Ahora voy a fingir que os doy la bomba a vosotras.

Pero en aquel preciso instante, la policía irrumpió en el lugar, echando la puerta abajo, y el agente del centro, que parecía el jefe, exclamó sin apuntar a ningún punto concreto con la pistola:
- ¡Que nadie se mueva! ¡Y las manos dónde yo pueda verlas!

Todo el mundo, los que estaban bajo las mesas y los que no, se apresuraron a cumplir órdenes, dejando el bar en un estado estático, semejante al de una película en pausa. Todos menos Phyns, que aprovechando la confusión creada por la intrusión repentina de la policía, se escaqueó hacia afuera por la ventana que previamente había roto ese chico que había intentado tirarse. Nadie pareció notarlo.
- Qué fuerte –susurró Al.- Existen. Y están aquí.
Doris, también con las manos en alto, le contestó.
- Será porque hay alguien famoso por en medio –señaló con la cabeza a Max.- Les encanta salir en los periódicos.
- Cierto, es una explicación plausible.
- Bueno –los interpeló el jefe, un inspector robusto y gordinflón, de unos cincuenta años.- ¿Quién tiene la bomba?
Doris puso los ojos en blanco.
- Buen método de investigación, Sherlock.
Las gemelas Nightfall, sin embargo, parecían nerviosas por la inesperada aparición de las fuerzas de la ley, y no dudaron a señalarse la una a la otra delante del hombre. Acto seguido, la mitad de los policías que había en el local se lanzaron en plancha encima de ellas, tirándolas al suelo y cubriéndolas por completo.
El jefe se acercó hasta dónde estaban ellos y dio un par de palmadas a la espalda de Max.
- ¿Está bien? Hemos venido siguiendo la señal tan rápido como hemos podido.
Doris miró a Al como diciendo ‘¿lo ves?’, pero él estaba demasiado ocupado haciendo un pequeño cálculo mental: cuando salieran del Cerdo Misógino, Doris se iba a pegar a Max como una lapa, suprimiendo cualquier posibilidad de que pudieran estar un rato a solas. Y él quería darse un pequeño regalito, vaya que sí.
Y entonces se le hizo la luz. Era arriesgado; probablemente a la larga iba a costarle la vida y el alma, pero valdría la pena…por un rato.
- ¡Cuidado! –gritó con los ojos muy abiertos.- ¡Es una cómplice!
Y señaló a Doris.
La mitad restante de policías se echaron encima de la chica, que no tuvo ni tiempo de esbozar una mueca de indignación.
Uno a cero. Al ganaba.





A fuera del pub, Nicholas Pink no se encontraba en una situación mejor. Mary Sue lo tenía agarrado fuertemente de la mano, casi cortándole la circulación, y parecía concentrada mirando los coches que pasaban por la calle.
- Hum… quizás deberíamos entrar –empezó Nick tímidamente.- Hace unos momentos ha entrado la policía, y me gustaría asegurarme que mis amigos están bien.
- Seguro que sí – respondió Mary Sue.- No será nada.
- Estaban gritando algo de una bomba…
- Déjalo, amour, son suficientemente inteligentes para salvar sus vidas –dijo mientras le acariciaba la mejilla dulcemente, causando escalofríos de horror al chico, y luego añadió:- No puedo estar ayudando a todo el mundo constantemente, ¿lo entiendes?
Nicholas detuvo el impulso de preguntar "¿Ayudar a quién?", y en vez de esto, fijó los ojos también hacia la carretera para evitar mirar a la chica; sabía que si la contemplaba demasiado rato seguido, podía caer bajo su embrujo. El hecho de que pudiera evitarlo parcialmente no significaba que fuera inmune.
De pronto, vio como una limusina rosa se acercaba a toda velocidad, y justo cuando iba a hacer un comentario sobre lo hortera que era esa cosa, Mary Sue lanzó un gran suspiro de alivio.
- ¡Finalmente! ¡Sebastian vino a buscarnos!
¿Acaso lo dudabas?, se regañó para sus adentros. Había aprendido a asociar el rosa automáticamente con Mary Sue; vestidos rosas, mochila rosa, estuche rosa… Aunque siguiendo esa regla de tres, ¿no sería el mismo Nick ‘Pink’ propiedad suya? Dios, prefería no pensar en ello…
¡Eh!, le espetó su cerebro otra vez, noqueándolo contra la Tierra, ¡Que ha dicho ‘buscarNOS’!
Nick palideció.
- ¿Has dicho buscarNOS?
Mary Sue sonrió mientras la limusina paraba a su lado y Sebastian, un mayordomo con pintas de mayordomo, le abría la puerta trasera, causando que la gente que paseaba por la calle les mirara indiscretamente.
- Exacto; he decidido invitarte a mi casa, para hacer los deberes juntos y comer algo de gâteau.
Nick notó como un sudor frío empezaba a trepar por su espalda, mientras luchaba por liberarse de esa mano que lo tenía preso como una garra de acero. Sí que tenía fuerza, la chica…
- No gracias; tengo un hogar dónde me están esperando, y además, no llevo los deberes encima… Quizás otro día, ¿sí? –rió nerviosamente cuando entre Mary Sue y Sebastian empezaron a empujarlo sutilmente hacia dentro del vehículo. - ¿No tengo elección, verdad?
- No –respondió Mary Sue con una sonrisa cándida conseguía meter el chico adentro y subir ella también. Le lanzó un beso, y se giró para encarar al mayordomo, ya también en su asiento.
- A casa, Sebastian.
La limusina arrancó con un agudo ruido de neumáticos.


Unos metros atrás, Phyns salía tambaleándose de entre los arbustos contra los cuales había aterrizado después de saltar por la ventana, sólo para percatarse de que una limusina rosa se alejaba a toda velocidad conduciendo por el carril contrario.
Y un sólo grito salió de su garganta.
- ¡Maldita ramera! ¡NO TE SALDRÁS CON LA TUYA!
Y acto seguido, echó a correr detrás suyo.

dimecres, 27 d’octubre del 2010

PETITA ANÈCDOTA CANINA

Un dia, la Kira Sam Cocacola Light estava afamada,
I per solucionar-ho va tenir una pensada.
Sense vacil•lar, va acostar-se a la motxilla de mon germà,
L’obrí, i agafà el seu esmorzar d’una revolada.

El meu germà buscava, tot preocupat, el seu esmorzar,
Quan de cop, paper de plata al jardí va divisar.
La gespa estava plena d’alumini, pa i pernil salat
Que la Kira Sam Cocacola Light s’havia menjat.