dimecres, 29 de setembre del 2010

UTOPIA.




Why doesn't it rain, rain, rain, until the utopia?

dilluns, 27 de setembre del 2010

Intento Carmesí.

Y en medio del papel gastado, en un estilo viejo que daba a pensar que había sido escrito en una máquina de escribir, sólo resaltaba una simple línea.

What's your biggest wish?

¿Cuál es tu mayor deseo?

divendres, 24 de setembre del 2010

Noir

- ¿Sabes? He estado toda mi vida esperando este momento.
- ¡Vaya! ¿Y cómo te sientes?
- ...Inexplicablemente vacío.

dimarts, 14 de setembre del 2010

The poet and the cat.

- I thought you were going home.

- I don’t have such a thing called like this.

Oh, nice. Now she looks ashamed. From freezing cold to unconformable warm. You’re such a heartkiller, don’t you, Poet? Just keep talking like this and that’ll be a complete success.

It was irony, obviously.

- But geez!, don’t worry, I manage go on with my life, you know. In summer I go travelling around the country, here and there, doing little jobs, and on winter I stay with…- I get lost myself in my eternal chit-chat. I don’t want to see that she’s ignoring me again.

That ‘again’ it’s what hurts the most.

Why did I fall in love with her?

Oh, yeah, because of the story.

I love interminable tales about impossible romances. And when I saw her for the first time, I thought she would be my perfect fantasy partner, without thinking that I eventually would fall for her. Hard.

- Well, I’m afraid I can keep talking. I’ve got some business to attend –she says, without looking at me. In fact, come to think, I don’t recall her ever looking me at the eyes.

- As you want, chatte.

- If you call me like this again, I will stab you.

It's not a joke; I can see her stroking the handle of the sword.

- I cannot see why you get so upset. It’s just a nickname. And therefore, it’s your name, too. Chat.

- I hate nicknames.

- But that one’s lovely.

- You haven’t any idea of French, right?

Fuck, did I screw it?

- Whatever, I’ll just go home. Goodnight. Don’t get raped.

Aw, so sweet. She’s worrying about me.

- I won’t. I’ll wait for you.

- It is curious how you keep on trying. You’re such a masochist.

- Maybe –I grin. It’s not a happy one- But I hope one day you’ll realize that I would do anything for you.

She turns left, and I get to see her piercing eyes, even thought the contacts. She is looking at me. Face to face for first time.

- I already know that, Poet.

dissabte, 4 de setembre del 2010

9. Sang

Què ha passat?

Deu segons abans, jo estava recolzat a la paret, pensant que era intocable, i ara, una quantitat de temps ridícula després, miro el món desfigurat tenyit de vermell, i no entenc què acaba de succeir.

Puc olorar-ho, sentir-ho, veure-ho, provar-ho. Oh, és clar que puc. La sang sempre crea aquesta impressió inoblidable dins la ment. Puc notar com el metall m’omple la gola, com regalima per la meva barbeta, pel coll, pel pit, perdent-se dins la samarreta. És càlida; no sé per què sempre havia pensat que la meva sang seria freda.

Puc veure com ell em mira amb una mescla d’ira i estupefacció, sense acabar de creure’s el que ha fet, el que està fent, però als seus ulls negres com el carbó no hi ha lloc pel penediment. Puc veure com les meves mans viatgen fins el meu estómac en un gest instintiu i abracen el cos aliè que se’m clava endins, intentant reconèixer-lo, i com en tornen completament roges.

Puc fer moltes coses. Però no puc entendre-ho.

I tampoc puc respirar; alguna altra cosa que no és aire m’omple els pulmons. El meu cos és ple de sang, com ha estat sempre, però aquest cop és alhora tan diferent...

La vida s’escriu amb instants.

És una cosa que tots sabem, però de la qual mai fem cas, com una cançó que escoltes mil cops sense parar atenció a la lletra. Jo ho sabia, en algun punt, però és ara quan realment me’n adono.

Tard, per variar. A l’últim instant.

Literalment.

Aquest fill de puta m’acaba de matar.

dimecres, 1 de setembre del 2010

4. Hipnotismo.

4. Hipnotismo

Yo soy comoquiera que se llame el que se dedica a hipnotizar a la gente. ¿Hiptotizador? Bien, pues empezando desde cero, yo soy un hipnotizador.

Claro que no soy un profesional. De hecho, todavía estoy en plena fase de aprendizaje, bajo la tutela de ese enigmático capullo que me manda sobres de vez en cuando con información y sitios de interés. No siempre relacionados con el oficio, tengo que reconocer; la última vez que seguí sus indicaciones había terminado en una ciénaga con la misión de encontrar una especie de serpiente que sólo se hallaba en aquél sitio.

Pero dirijámonos al principio, que ahora todos los que se dedican al arte de la pluma y el papel empiezan por la mitad de la historia, hecho que le resta toda diversión y misterio.

Se me conoce como Poeta, nombre que me impuse a mí mismo cuando aprendí a leer bajo las vigas gastadas del sótano a la luz de una vela deshecha. Nunca he tenido otro, nadie se molestó en bautizarme con los típicos nombres evangelistas de hospicio. No, toda mi vida he sido Poeta, y ni siquiera he escrito dos versos seguidos.

Mi historia comienza el día que me encontraron bajo las escaleras de madera del Orfanato, en mayúsculas porque era el único del pueblo, envuelto en un mantel celeste con soles y lunas. Llovía, pero no era una de esas impresionantes tormentas que auguran grandes hazañas, si no una llovizna patética, cuatro gotitas pintadas bajo un cielo trémulo. Una mierda de día, como muy bien describió mi gran colega Lev, una alma rocanrolera perdida en el siglo veintiuno.

Cabe decir que los años que pasé recluido ahí dentro los describo como la pausa entre nacer y volverse uno mismo. No me gustaban los muros llenos de musgo, los cristos redentores que inspiraban mis pesadillas, y odiaba a esas hermanas que a su turno me odiaban a mí. No sé cuántos años tenía cuando me largué; para ser sincero, ni siquiera sé los que tengo ahora, pero no debía de ser muy mayor, ya que vi a niños de más o menos mi edad entrar todavía a la escuela primaria.

Pero eso me daba igual; tenía un alma demasiado grande aplastada dentro un cuerpo de infante. Anhelaba ver mundo, así que nunca lamenté mi deserción en el camino de la humanidad. Nadie me buscó, tampoco.

Empecé a llevar a cabo pequeños trabajos, tonterías. Un matrimonio irlandés regentaba una pequeña posada justo a la entrada del bosque, y a cambio de ir a servir mesas y ayudar un poco en la cocina durante las temporadas de caza, cuando el antro realmente se llenaba, tenía asegurada una cama dónde dormir y alimento necesario para subsistir, cosa que en el duro invierno se agradecía. A la llegada de la primavera, pero, me despedía con la promesa de volver el próximo otoño y me embarcaba en estrechos caminitos que me llevaban a conocer ese enorme mundo que quería comerme.

Repartiendo pizzas, paseando perros de señoras ricas, arreglando calles y desagües, promocionando ofertas, ordenando libros en bibliotecas recónditas… incluso llegué a trabajar como portero de un distinguido club de streaptease. Ahí tuve mi primer contacto con el bello sexo, generando un pequeño caminito en mi vida que terminó con Chat entre sábanas de satín negro mientras yo le leía sonetos a la luz de la luna.

O quizás esta escena idílica sólo la he soñado; no estoy seguro.

Aunque mi trabajo predilecto siempre fue ocuparme de la tienda del viejo Charles, un abuelo más antiguo que el mismo tiempo, que poseía una de esas chabolas donde la gente se para a mirar con curiosidad pero nunca entra. “La Carabela”, se llamaba, y todavía hoy no me he explico el porqué: lo único que tenía de marino eran las paredes revestidas de madera, al igual que el camarote de un barco. La mercancía abarcaba una extensa gama; desde lámparas turcas a té chino, pasando por libros del siglo doce, joyas barrocas e incluso un par de juegos de vudú: el típico lugar dónde uno va a encontrarse con lo último que buscaba.

Ahí conocí también el que sería mi mejor amigo, Iguana. Lo trajeron un día, atado a una cuerda, arrastrándolo por la calle como si fuera un delincuente, y prácticamente me lo echaron encima la mesa. “Aquí os quedáis de todo, ¿no?”, preguntó el hombretón que lo llevaba, y se fue sin esperar respuesta. Nunca me quedó claro porque el sujeto quería deshacerse de semejante réptil (porqué Iguana era una iguana), pero el señor Charles no quería ni oír a hablar de tener animales dentro de la tienda, a menos de que estuvieran disecados.

O sea que ese día gané mi primera recompensa verdadera; un compañero de viaje.

A veces, en el hostal de los O’Brien, se me acercaba algún que otro borracho, y con el aliento entrecortado, me pedía que le contara una canción, o le cantara una historia a cambio de una propina. Y yo, que no sabía más que lo que me habían enseñado los libros de la biblioteca, les hablaba de sirenas asesinadas por Romeos hindues, de princesas que convivían con tres osos enanos, de golondrinas soldado que mataban por amor a su familia y morían por amor a la patria. Y a ellos se les empeñaban los ojos de lágrimas y lloraban por toda esa gente a la que ni siquiera conocían, e Iguana se les unía en acto de solidaridad, roncando a su lado con todo monocorde.

Miss Lucy, la mujer, a menudo solía decirme que yo parecía tener un don para hablar a la gente, para hacerles creer historias. Para manipularlas.

Y aquí fue dónde empecé mi carrera como hipnotizador. O hipnotista, me gustan las dos.

Lo escribí en mi currículum, hecho con la máquina de escribir del viejo Charles cuando él no miraba, luego de la larga retahíla de oficios poco apreciados que había llevado a cabo en mi corta vida. “Poeta, hipnotizador amateur”; bonito título de presentación. Siempre había alguien que me pedía que escribiera una tarantela, pero la mayoría se quedaban a cuadros, contemplando admirados desde la distancia, medio incrédulos ante mis artes, pero nunca se atrevían a pedir una demostración.

Y entonces empezaron a llegar las cartas.

La primera la encontró Miss Lucy, quién me la dejó sobre la cama sin decir nada pensando que sería de alguna chica enamorada. No había tal chica. Pero en el papel había algo más interesante todavía que una carta de amor.

“¿Qué has soñado hoy?”


Descubrí que no tenía ni idea.

Ahí empecé formarme como un hipnotizador de verdad.