dissabte, 20 de novembre del 2010

Paperplanes.


- Hey, I’ve got my results right here!
- Geez, so many sheets! And...?
- I failed.
- Don’t be upset, honey. Cheer up. Drink a tea, watch a movie...
- That won’t solve my problems, you see.
- Ah, but is there a problem to solve? You’ve failed: you can cry, yeah, but it won’t solve anything. You can smile; you’ll neither solve a shit, but at least you’re going to have a good time.
He chuckles.
- That’s better!
- And what am I going to do with all those papers?
Evil smirks.
- You know... We could always make paper planes.

dimecres, 17 de novembre del 2010

Sirventès a Berlusconi

(a.k.a. exercici de català)



A mi me piazen las bellas ragazzas,
declares davant tots els periodistes;
i no és cap programa del cor, ai las!
És l’enèsima de les entrevistes.
Amb un gran somriure a la cara admets,
que la teva perdició són les vistes.
Ai, Silvio, caro amico, president,
d’un estat corruptament emergent.

Si alcessin el cap els antics tirans
que regnaren fa segles amb mà dura
i veiessin els seus germans llunyans,
i el que ha esdevingut sa terra futura,
es retorçarien amb gran furor
tot tornant a la seva sepultura.
Ai, Silvio, caro amico, president,
d’un estat corruptament emergent.

La màfia siciliana engelogeix
perquè no té res a què dedicar-se;
malmetre son país ja ho fa el govern
i no els queda més que anar disparant-se
per aconseguir evitar l’atur:
que ni Al Capone pot emmancipar-se.
Ai, Silvio, caro amico, president,
d’un estat corruptament emergent.

Però Itàlia comença a estar cansada;
la millor prova n’és la Catedral
que un dia caigué del cel al teu cap.
I tot i que no n’hi vas fer cabal,
era l’advertència de la tempesta:
vés enrecordant-te de mirar a dalt.
Ai, Silvio, caro amico, president,
d’un estat corruptament emergent.

Roma, bressol de civilitzacions,
qui t’havia vist i qui ara et veu!
A mans d’uns quants hipòcrites misògins,
amb Berlusconi que fica la veu
a fets en teoria imperdonables
i el Papa disculpa en nom de la creu.
Ai, Silvio, caro amico, president,
d’un estat corruptament emergent.

dijous, 11 de novembre del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Capítulo 5 (V)

Las reacciones no se hicieron esperar; la mayoría del local se tiró al suelo, entre exclamaciones de sorpresa y miedo. Jim Brewster gateó hasta bajo la mesa, con su mente martilleando una y otra vez: ‘Sabía que eran unas perturbadas, ¡lo sabía!’. El pequeño grupo del coro de la residencia de ancianos, que se reunía allí todas las tardes para jugar a cartas, corrió hacia el baño más próximo, el de señoras, y un chico joven y con aspecto delgaducho y triste se tiró por la ventana, probablemente sin acordarse de que estaban en una planta baja. En medio del caos, Phyns distinguió por el rabillo del ojo como Mary Sue arrastraba a un Nick asustado a fuera, a la calle. Afortunadamente, no la había reconocido; en aquel momento daba gracias a la gilipollez de su amorcito.
Sólo una mesa siguió con todos sus ocupantes.
- Vaya, ¿y esa chica? ¿Quiere hacer volar la cafetería? –preguntó Max la obviedad.
- No, qué va. La conozco; se sienta a mi lado en clase –le respondió Al frunciendo el ceño. – Sufre alguna enfermedad mental, pero todavía no he descubierto cuál.
- ¿Te está molestando, Max? –preguntó Doris, con los ojos brillantes. -¿Quieres que la elimine en tu honor?
- Dile que sí – le susurró Al.- O si no, moriremos todos.
- No hay de qué preocuparse –le contestó el otro en voz baja también.- ¿Recuerdas lo de esta mañana? Aún después de que mi agente se lo explicara todo a la policía, no se han fiado del todo, así que me han puesto un retransmisor en el tobillo, de esos qué tienen GPS y micrófono incorporado. No deberían tardar en aparecer.
- Esto no es Roseville –apuntó Doris.- Aquí la policía es una simple leyenda urbana. Hay gente que dice que los ha visto, pero siempre son amigos de conocidos.
- ¡VOSOTROS! –les señaló Phyns.- U os calláis la boca, u os frío como pollos.
La chica emo estaba nerviosa; Nick y Mary Sue habían desaparecido detrás de la puerta, y había perdido todo rastro de ellos. ¡Quién sabía la de cosas que podía hacerle la princesita a su Nicky! Lo podría atar a una farola y… No, era mejor no pensar en ello; las imágenes mentales perniciosas podían dañar su capacidad de analizar a sangre fría. Con disimulo, giró la cabeza hasta dónde estaban las gemelas.
- Ahora voy a fingir que os doy la bomba a vosotras.

Pero en aquel preciso instante, la policía irrumpió en el lugar, echando la puerta abajo, y el agente del centro, que parecía el jefe, exclamó sin apuntar a ningún punto concreto con la pistola:
- ¡Que nadie se mueva! ¡Y las manos dónde yo pueda verlas!

Todo el mundo, los que estaban bajo las mesas y los que no, se apresuraron a cumplir órdenes, dejando el bar en un estado estático, semejante al de una película en pausa. Todos menos Phyns, que aprovechando la confusión creada por la intrusión repentina de la policía, se escaqueó hacia afuera por la ventana que previamente había roto ese chico que había intentado tirarse. Nadie pareció notarlo.
- Qué fuerte –susurró Al.- Existen. Y están aquí.
Doris, también con las manos en alto, le contestó.
- Será porque hay alguien famoso por en medio –señaló con la cabeza a Max.- Les encanta salir en los periódicos.
- Cierto, es una explicación plausible.
- Bueno –los interpeló el jefe, un inspector robusto y gordinflón, de unos cincuenta años.- ¿Quién tiene la bomba?
Doris puso los ojos en blanco.
- Buen método de investigación, Sherlock.
Las gemelas Nightfall, sin embargo, parecían nerviosas por la inesperada aparición de las fuerzas de la ley, y no dudaron a señalarse la una a la otra delante del hombre. Acto seguido, la mitad de los policías que había en el local se lanzaron en plancha encima de ellas, tirándolas al suelo y cubriéndolas por completo.
El jefe se acercó hasta dónde estaban ellos y dio un par de palmadas a la espalda de Max.
- ¿Está bien? Hemos venido siguiendo la señal tan rápido como hemos podido.
Doris miró a Al como diciendo ‘¿lo ves?’, pero él estaba demasiado ocupado haciendo un pequeño cálculo mental: cuando salieran del Cerdo Misógino, Doris se iba a pegar a Max como una lapa, suprimiendo cualquier posibilidad de que pudieran estar un rato a solas. Y él quería darse un pequeño regalito, vaya que sí.
Y entonces se le hizo la luz. Era arriesgado; probablemente a la larga iba a costarle la vida y el alma, pero valdría la pena…por un rato.
- ¡Cuidado! –gritó con los ojos muy abiertos.- ¡Es una cómplice!
Y señaló a Doris.
La mitad restante de policías se echaron encima de la chica, que no tuvo ni tiempo de esbozar una mueca de indignación.
Uno a cero. Al ganaba.





A fuera del pub, Nicholas Pink no se encontraba en una situación mejor. Mary Sue lo tenía agarrado fuertemente de la mano, casi cortándole la circulación, y parecía concentrada mirando los coches que pasaban por la calle.
- Hum… quizás deberíamos entrar –empezó Nick tímidamente.- Hace unos momentos ha entrado la policía, y me gustaría asegurarme que mis amigos están bien.
- Seguro que sí – respondió Mary Sue.- No será nada.
- Estaban gritando algo de una bomba…
- Déjalo, amour, son suficientemente inteligentes para salvar sus vidas –dijo mientras le acariciaba la mejilla dulcemente, causando escalofríos de horror al chico, y luego añadió:- No puedo estar ayudando a todo el mundo constantemente, ¿lo entiendes?
Nicholas detuvo el impulso de preguntar "¿Ayudar a quién?", y en vez de esto, fijó los ojos también hacia la carretera para evitar mirar a la chica; sabía que si la contemplaba demasiado rato seguido, podía caer bajo su embrujo. El hecho de que pudiera evitarlo parcialmente no significaba que fuera inmune.
De pronto, vio como una limusina rosa se acercaba a toda velocidad, y justo cuando iba a hacer un comentario sobre lo hortera que era esa cosa, Mary Sue lanzó un gran suspiro de alivio.
- ¡Finalmente! ¡Sebastian vino a buscarnos!
¿Acaso lo dudabas?, se regañó para sus adentros. Había aprendido a asociar el rosa automáticamente con Mary Sue; vestidos rosas, mochila rosa, estuche rosa… Aunque siguiendo esa regla de tres, ¿no sería el mismo Nick ‘Pink’ propiedad suya? Dios, prefería no pensar en ello…
¡Eh!, le espetó su cerebro otra vez, noqueándolo contra la Tierra, ¡Que ha dicho ‘buscarNOS’!
Nick palideció.
- ¿Has dicho buscarNOS?
Mary Sue sonrió mientras la limusina paraba a su lado y Sebastian, un mayordomo con pintas de mayordomo, le abría la puerta trasera, causando que la gente que paseaba por la calle les mirara indiscretamente.
- Exacto; he decidido invitarte a mi casa, para hacer los deberes juntos y comer algo de gâteau.
Nick notó como un sudor frío empezaba a trepar por su espalda, mientras luchaba por liberarse de esa mano que lo tenía preso como una garra de acero. Sí que tenía fuerza, la chica…
- No gracias; tengo un hogar dónde me están esperando, y además, no llevo los deberes encima… Quizás otro día, ¿sí? –rió nerviosamente cuando entre Mary Sue y Sebastian empezaron a empujarlo sutilmente hacia dentro del vehículo. - ¿No tengo elección, verdad?
- No –respondió Mary Sue con una sonrisa cándida conseguía meter el chico adentro y subir ella también. Le lanzó un beso, y se giró para encarar al mayordomo, ya también en su asiento.
- A casa, Sebastian.
La limusina arrancó con un agudo ruido de neumáticos.


Unos metros atrás, Phyns salía tambaleándose de entre los arbustos contra los cuales había aterrizado después de saltar por la ventana, sólo para percatarse de que una limusina rosa se alejaba a toda velocidad conduciendo por el carril contrario.
Y un sólo grito salió de su garganta.
- ¡Maldita ramera! ¡NO TE SALDRÁS CON LA TUYA!
Y acto seguido, echó a correr detrás suyo.

dimecres, 27 d’octubre del 2010

PETITA ANÈCDOTA CANINA

Un dia, la Kira Sam Cocacola Light estava afamada,
I per solucionar-ho va tenir una pensada.
Sense vacil•lar, va acostar-se a la motxilla de mon germà,
L’obrí, i agafà el seu esmorzar d’una revolada.

El meu germà buscava, tot preocupat, el seu esmorzar,
Quan de cop, paper de plata al jardí va divisar.
La gespa estava plena d’alumini, pa i pernil salat
Que la Kira Sam Cocacola Light s’havia menjat.

diumenge, 17 d’octubre del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Capítulo 5 (IV)

- ¿Y hace mucho que trabajas como actor?
- ¿Es difícil interpretar un papel tan complejo como el de Chris?
- ¿Te molestan mucho tus fans?
- ¿Me das tu número de móvil?
Y así ad nauseam. Nicholas Pink empezaba a notar cómo se mareaba, aturdido de toda la adoración que repentinamente había despertado Max. Doris y Al se habían sentado cada uno a un lado del chico, y le estaban atosigando con preguntas; las de Al más generales, típicas de una cita, y las de Doris directamente se iban a la categoría de fangirl en ebullición. El chico intentaba contestarlos a ambos, pero se notaba hacía que dirección se le iban los ojos entre respuesta y respuesta.
Pero lo más peligroso es que ahora, no sabía exactamente cómo, estaba sentado en el lado de Mary Sue.
- Bueno, Nicky, parece que nos han excluido de la conversación –apuntó la chica con una dulce sonrisa.
‘¡Es el diablo! ¡Hizo que viniera el tío bueno para tenerme sólo y desprotegido ante ella! ¡Tengo que huir!’
- Sí, qué se le va a hacer…
Una risita musical.
- En fin, ¿Y cómo te ha ido el día?
‘Fatal; por tu culpa, la mitad de la clase pide mi cabeza en bandeja de plata, y además, ahora me has quitado a las dos únicas personas que están dispuestas a pasar su rato libre conmigo. ¡Mamona!’
- Eeh… Bien, bien. ¿Y el tuyo?
- ¡Genial! Estoy muy contenta de poder charlar contigo así, a solas, sin que nadie moleste…
Nick tragó con dificultad. Tenía que idear una vía de escape inmediatamente, o su vida dependía de ello. El rostro de Mary Sue estaba peligrosamente cerca del suyo, y podía sentir su intoxicante olor a flores silvestres.
- Tengo que ir a tomar el aire –anunció de repente, atrayendo todas las miradas hacia sí.- La tarta no me ha sentado muy bien.
Doris entrecerró los ojos.
- ¿Tarta? ¿QUÉ tarta? Todavía no hemos comido nada…
Nick se mordió el labio, notando como un pequeño tic nervioso le aparecía bajo el párpado izquierdo.
- ¿Seguro? Bueno, entonces será el bocata de la comida… O lo que sea. Me encuentro mal. Voy a fuera. – “Seguid con vuestra ceremonia de cortejo, traidores”.
- Te acompaño –se ofreció solícita Mary Sue.
- ¡No! – chilló Nick. Luego, rectificó.- No, no es necesario, sólo necesito que me dé el aire un momento. Enseguida vuelvo.
- Insisto – ronroneó la chica.- Así tendrás alguien con quien charlar.
Y antes de que pudiera añadir algo, lo tomó por el brazo y lo arrastró hacia la puerta, dejando atrás la mesa y el pequeño drama que empezaba a formarse ahí.
Avanzaron hasta la entrada, dónde se quedaron justo delante de la puerta; suficiente para que pudiera contemplar el exterior, pero no para escaparse. Nick suspiró. Se sentía impotente y vencido. Mary Sue iba a hacer con él lo que quisiera; nunca iba a rendirse. Por eso, no opuso resistencia cuando notó que los brazos de ella se apoyaban en su pecho, en una especie de abrazo romántico. ‘Por favor, que termine rápido’, fue lo único que pensó.

Por suerte o por desgracia, no muy lejos había alguien dispuesto a cumplir su deseo.
- ¡FURCIAAAAAAAAAAAAA! ¡ESTÁS ABRAZANDO A MÍ NICKY! ¿CÓMO TE ATREVES? –chilló Phyns interiormente. Exteriormente, sólo soltó un bufido y arrancó un par de páginas de Romeo y Julieta; no quería ser descubierta, aunque eso significara contener su rabia.
Ignoraba cómo había conseguido la princesita traer a ese actor para hacer de carnada, pero ahora Nick había quedado sin protección, vulnerable ante el poder de Mary Sue, y ella, Phyns Blackburn Sixstars Evilmaster, iba a estar allí para evitar la corrupción de la inocente alma de su amor platónico.
Cuando vio que la cara de bruja rosa quedaba demasiado cerca de la de su querido Nicky, Phyns comprendió que tenía que poner en marcha el plan B, sólo para emergencias.
Y eso lo era.
- Pasemos al plan B–comunicó a sus fieles aliadas, quienes la escuchaban atentamente. – ‘FUEGO PURIFICADOR’
- ¿Es este el de lanzar los dardos con somníferos? –preguntó Evelyn confusa.
- No, pedazo de ramera –explicó pacientemente Emily.- Este es el ‘SWEET NIGHTMARE’. El de ‘FUEGO PURIFICADOR’ es el de incendiar el local agrupando todas las servilletas y prendiéndolas con nuestros mecheros.
- ¡Que no, analfabetas! –chilló Phyns exasperada.- ¡El de quemar el local era el de ‘BURN TO ASHES’, y al final dijimos que mejor que no, ya que los clippers de Jack Skeleton podrían salir dañados!
Las gemelas Nightfall se miraron un momento.
- Y entonces, ¿cuál era el ‘FUEGO PURIFICADOR’? –hablaron las dos a la vez.
Phyns inspiró profundamente. Soltó el aire. Volvió a cogerlo y contó hasta diez. Y de repente, se levantó abruptamente y se puso la mano dentro la gabardina.
- ¡TENGO UNA BOMBA EN MI PODER, Y NO DUDARÉ EN USARLA! –gritó a todo volumen para que todo el mundo lo oyera alta y claro. Entonces se giró hacia sus subordinadas.- ¿Lo veis? Éste era el ‘FUEGO PURIFICADOR’ –añadió susurrando.
- Ah, cierto. Lo de fingir que éramos terroristas y tal –apuntó Emily, antes de recibir un codazo por parte de su hermana.

dimecres, 13 d’octubre del 2010

BURNT

How many ashes do you need to light a fire again?
Not a lot, really; in fact, you need just one. With a single piece of the remains you can bring back all what once upon was and now isn’t anymore.
I was the ash, and he…

…he was the fire, ready to burn me.

dijous, 7 d’octubre del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Capítulo 5 (III)

Finalmente optó por pellizcarle el brazo disimuladamente a Al.

-¡Joder! – exclamó este dando un brinco.- ¿Qué coño te crees que haces, tío?
A la porra la discreción.
- Nada, nada –se apresuró a tranquilizarlo Nick.- Tenías un mosquito e iba a picarte, pero le he matado –últimamente se había vuelto excesivamente bueno mintiendo. ¿Era otra de las consecuencias del marysueismo?
- Humpf, supongo que te debo mi vida, entonces – aunque estaba ligeramente molesto, Al parecía haber vuelto a su estado normal. Lástima que con Doris no fuera tan fácil.

- Supongo que dentro de poco va a llegar mi amigo –dijo Mary Sue mirando su reloj de muñeca, una delicada pieza de artesanía. Nick no sabría explicar por qué, pero estaba convencido que estaba hecho con plata de primera ley.- Ha llamado hace un rato diciendo que le había surgido con contratiempo y que intentaría ser aquí lo más pronto posible.
- Claro –asintió Doris, muy comprensiva.- Estará muy ocupado. Nunca se sabe, trabajando como actor…
Nick y Al intercambiaron una mirada de hastío.
- Bueno –siguió Mary Sue mientras les sonreía coqueta.- Sabéis muchas cosas sobre mí, pero yo todavía no sé nada sobre vosotros… -aquello era una verdad a medias. De hecho, después de volver de su segundo día al St. Puff, se había dedicado a rastrear en la red todo lo posible sobre sus nuevos compañeros.
Sabía que Nicholas jugaba en el equipo local de fútbol, que el año pasado había suspendido tres asignaturas y que cuando tenía siete años había estado hospitalizado por ‘causas desconocidas’. También que su padre vagaba en paradero desconocido, y que su madre era una de las principales forenses del centro policial de la ciudad.
Doris había nacido en el Tíbet, hija de una monja budista guerrera y un cazador con ascendencia vikinga, que había ido a vivir en Backshead justo antes de empezar la secundaria. Actualmente vivía con sus tíos en una pequeña casa, y practicaba taekwondo y kárate seis horas cada semana.
Alexander había sido expulsado de diez escuelas privadas diferentes en primaria por mal comportamiento o falta de motivación; también tenía antecedentes debido a un desafortunado incendio en la cocina de Nick cuando ambos tenían doce años. Su madre era la presidenta de la Hummingbird Corporation, una importante empresa de tecnología punta.
Pero Mary Sue tenía que mantener las apariencias por encima de todo.
- ¿Y qué quieres que te contemos? – dijeron Doris y Al a la vez, sólo que usando un tono de voz distinto; el de Doris era servil, mientras que el de Al marcaba una clara hostilidad, como diciendo ‘vete a la mierda’.
- Pues…-empezó Mary Sue dudosa.- No sé, cualquier tontería… ¿Hace mucho que sois amigos?
- Sí –afirmó Nick.
- No –negó Al.
- No somos amigos –apuntó Doris. -¿Qué?- añadió luego al ver la cara de los chicos.- Sois unos capullos, sólo voy con vosotros porque hacéis lo que a mí me da la gana.
- Oh, vaya…- murmuró Mary Sue.-
- Bueno, la verdad es que no hay mucho que contar –se excusó Nick, después de un largo y tenso silencio.- Todos llevamos una vida más bien corriente.
“Hasta que llegaste tú” añadió para sus adentros.
- Nick tiene razón –lo secundó Al.- Backshead es una ciudad más bien aburrida. Exceptuando la violencia y la contaminación, claro.
- Recorcholis –Mary Sue parecía ligeramente decepcionada.
De repente Doris sacó una navaja suiza del bolsillo del pantalón.
- A ver, nenes, si mi amiga quiere saber, vosotros le informáis –les amenazó blandiendo el arma.- Vamos, ya podéis empezar; quiero que cantéis incluso vuestro grupo sanguíneo.
Nick dio un respingo, comprendiendo que la advertencia iba únicamente por él, y justo cuando iba a empezar a hablar, se percató que a su lado había un chico al que no conocía. Era alto, moreno y todo en él parecía chillar ‘tío bueno’.
Y a juzgar por la mirada de sorpresa y placer que le dedicó Doris, era el famoso amigo de Mary Sue.
Genial, pensó Nick, las cosas no podían ir peor.
- Chicos, chicos, -empezó Mary Sue picando su vaso con la cucharita.- Os presento a Max T. Jackson. Es el amigo de que tanto os he hablado.
Doris respondió, más o menos, con un pequeño ruido orgasmático, y Nick giró la cabeza, fastidiado, murmurando un cortante ‘hola’. Miró a Al, esperando poder compartir su asco y aburrimiento.
A su mejor amigo se le estaba cayendo la baba encima la mesa. Y no metafóricamente.
Nick aprendió una gran lección: “Nunca pienses que las cosas podrían ir peor…”
- Hola, chicos, encantado de conoceros –dijo Max con una sonrisa de oreja a oreja.- Y también de verte otra vez, Alexander.
“…porque lo harán”.

dilluns, 4 d’octubre del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Capítulo 5 (II)

En ese momento, la puerta de El Cerdo Misógino volvió a abrirse y entraron cuatro jóvenes, y Jim supo al instante que eran los que estaban esperando la chica-mapache y sus secuaces. Dios los cría y ellos se juntan, pensó, mientras examinaba cuidadosamente el grupo recién llegado. Una chica rubia y pálida se había embarcado en una conversación con la camarera, a la que parecía conocer; probablemente era una clienta habitual. Llevaba un vestido celeste muy veraniego y vaporoso, y tenía una elegancia natural que lo captivó enseguida. Iba cogida al brazo de un chico pelirrojo, que lucía una expresión de entre horror y bochorno en el rostro, y vestía un horrible suéter rosa. Detrás suyo, una chica teñida de verde lima y con unos pantalones morados de manzanas amarillas examinaba el platillo de las propinas. El pelo le llegaba a medio cuello, excepto el que le caía de delante las orejas, que alcanzaba los hombros. Al ver que todavía ningún cliente había dejado nada, se giró decepcionada, y entabló conversación con el último miembro del grupo, un chico delgado y moreno que llevaba una camiseta de Nirvana y el pelo recogido en una pequeña coleta.
Un grupo pintoresco, decretó Jim, y aguardó la reacción del trío que tenía detrás.
No hubo ninguna, a parte de un silencio y una tensión sepulcral. El trío de siniestras se habían colocado bien las gafas y se habían subido las solapas de sus gabardinas, llamando inevitablemente la atención.
Pero por algún tipo de extraña casualidad, el grupo recién llegado no se fijó en ellas. Fueron directamente a una mesa al lado de un amplio ventanal, adornado rústicamente, y se sentaron ahí después de ordenarle sus pedidos a la camarera.
Jim Brewster los miró frunciendo el cejo. Parecían un grupo relativamente normal pero, ¿qué hacían esas psicópatas emos detrás suyo?


- Pues no está mal este lugar – declaró Al observando las calles a través del cristal. Como no era una zona especialmente peligrosa, sólo se apreciaba una pequeña calle de casas adosadas y un campo de trigo. – No había venido nunca por aquí.
- Ya –le secundó Doris, mientras se guardaba los sobres de azúcar de la mesa dentro el bolsillo. – Es bonito. Volveremos.
- Me alegro que os haya gustado –dijo Mary Sue sonriente.- Lo encontré el otro día por casualidad, mientras recogía a gatitos abandonados de la calle.
“¿Qué mierdas es esto?” pensó Nick notando como empezaba a ser presa de un ataque de nervios. Mary Sue estaba lavando sus cerebros a un ritmo gradual, y ninguno de sus amigos parecía notarlo. Doris estaba repentinamente encantada con ella, y Al tenía la cabeza en las nubes desde la mañana y no se enteraba de nada.
El amor, ese sentimiento tan terrible, los había aprisionado a todos. Nick se dio cuenta de que tenía que liberarlos.
La cuestión era cómo. En algunas películas había visto que para liberar a una alma captiva se tenía que sacrificar el cuerpo, por muy doloroso que eso resultase, para que ésta pudiera avanzar hasta la siguiente vida, pero en ese momento no se sentía demasiado predispuesto a matar a sus amigos. Y menos usando el cenicero, lo único que había encima la mesa; probablemente Doris le descuartizase antes de que ni siquiera lo levantara.

diumenge, 3 d’octubre del 2010

Musas

- ¿Qué te pasa, amiga? Hoy pareces más triste que de costumbre.
- Déjalo, jovial Talía, no es un problema que alguien superfluo como tú pueda comprender.
- ¡Seguro que sí, mustia Melpómene! Al fin y al cabo, estamos hechas para ayudarnos mutuamente.
- Pero, ¿no lo entiendes? No puedo explicarte lo que oprime mi corazón porque tú serías incapaz de ponerte en mi sitio; al fin y al cabo, nunca te tomas nada en serio. Para ti, la vida es chanza, y nosotros títeres animados. Te escapas en tu mundo de risas para ignorar a los que vivimos de lloros en las desgracias cuotidianas. ¿Cómo quieres que te cuente algo si sé que luego te pondrás a reír y me dirás que no es tan grave?
- Puede que porqué sé que no será tan grave.
- ¿Y cómo lo sabes? ¿Acaso las Moiras te han prestado su ojo para ver a través de mí?
- ¡Oh, Melpómene! ¡No te enfades, sólo quiero ayudarte! Claro que si mi presencia es molestia, siempre puedo llamar a alguna nuestras hermanas. Pero déjame decirte que si tu problema es que andas baja de ánimos, ¡nadie mejor que yo para alzarte el humor!
- No necesito de eso, gracias. Es algo tan… innecesario.
- Está bien, me retiro.
- ¡No, no! Espérate, quédate un rato más. Necesito charlar con alguien, y sólo estás tú por aquí.
- Claro, es que tú nunca sales. Deberías ir a dar una vuelta de vez en cuando.
- Cada vez que desciendo me encuentro con peores escenas; enfermedades, guerras, peleas, traiciones… Hombres que matan a su esposa, hijos que traicionan a sus padres, tíos que envenenan a sus propios sobrinos…Para contemplar tanta miseria, creo que estoy mejor aquí recluida. Al menos, aquí no hay dolor. O no tanto. Pero algo de conversación sí que es necesario a veces; el Parnaso puede ser tan solitario…
- Pero eso es porque te empeñas en ver la parte negativa de la vida, Melpómene. Piensa en las fiestas, en los niños corriendo y jugando, ¡en los amantes besándose! ¿Eso no te dan ganas de saltar y bailar?
- Tarde o temprano, las risas se transformarán en llanto.
- Y luego volverán a ser risas.
- Y luego llanto otra vez. ¿No ves, jovial Talía, que es un círculo vicioso?
- ¿Acaso tú no te entristeces cuando la gente llora? A mí se me encoge el corazón, y entonces doy lo mejor de mí misma para que vuelvan a soltar alegres carcajadas.
- No lo entiendes, jovial Talía, para variar. Yo soy feliz cuando ellos se lamentan, porque es mi naturaleza ser así. Y mi trabajo, también. Y es por culpa de esto que estoy así de gris; ya no lloran. Ahora sólo se enfadan, se maldicen, se matan, pero no lloran. Y sin sus lágrimas, yo me marchito y me vuelvo débil. Sí, ya sé lo que vas a decir: “¿Por qué no entras en sus casa y les das aquello que perdieron?”. No es tan fácil, jovial Talía, porque yo puedo inspirarles, pero no puedo arrancarles gemidos, ni infligirles dolor. Los escritores ya no quieren pensar nuevas tragedias, y las viejas ya sólo hacen reír al público.
- ¡Eso no es malo!
- No es malo para ti, mi querida hermana, pero para mí lo es.
Por primera vez, Talía permaneció silenciada durante un breve rato.
- La inspiración ya no funciona. ¿Será que hemos perdido poder?
- ¿Por qué dices tal cosa, hermana?
- Porque quizás tus problemas sean también los míos, mustia Melpómene.
- ¡Eso sí es una sorpresa! ¿Por qué deberías estar tú preocupada por la miseria de los humanos?
- Porque alegría y tristeza son equivalencia, al igual que día y noche, amor y odio, vida y muerte. Sin una no existe la otra.
- No es cierto; míralos. No tienen motivos para lamentarse, por lo cual ríen y ríen todo el rato, sin parar. ¿Acaso toda esta felicidad no te ensancha el corazón, al igual que a mí me lo oprime?
- Para nada. Sí, se ríen, pero al no haber lágrimas, su risa no es genuina. No es más que un seguido de sonidos deshilachados, sin sentido y sin emoción. Gritan, palmean, bailan, pero sus gestos no tienen ningún significado; no es comedia, es ausencia de tragedia. Fíjate bien, mustia Melpómene, porque en realidad, no asoman ni al borde de la felicidad.
- ¿Qué es, entonces, lo que sienten? Desde luego, no tristeza.
- Ni felicidad ni tristeza; restan vacíos.

dimecres, 29 de setembre del 2010

UTOPIA.




Why doesn't it rain, rain, rain, until the utopia?

dilluns, 27 de setembre del 2010

Intento Carmesí.

Y en medio del papel gastado, en un estilo viejo que daba a pensar que había sido escrito en una máquina de escribir, sólo resaltaba una simple línea.

What's your biggest wish?

¿Cuál es tu mayor deseo?

divendres, 24 de setembre del 2010

Noir

- ¿Sabes? He estado toda mi vida esperando este momento.
- ¡Vaya! ¿Y cómo te sientes?
- ...Inexplicablemente vacío.

dimarts, 14 de setembre del 2010

The poet and the cat.

- I thought you were going home.

- I don’t have such a thing called like this.

Oh, nice. Now she looks ashamed. From freezing cold to unconformable warm. You’re such a heartkiller, don’t you, Poet? Just keep talking like this and that’ll be a complete success.

It was irony, obviously.

- But geez!, don’t worry, I manage go on with my life, you know. In summer I go travelling around the country, here and there, doing little jobs, and on winter I stay with…- I get lost myself in my eternal chit-chat. I don’t want to see that she’s ignoring me again.

That ‘again’ it’s what hurts the most.

Why did I fall in love with her?

Oh, yeah, because of the story.

I love interminable tales about impossible romances. And when I saw her for the first time, I thought she would be my perfect fantasy partner, without thinking that I eventually would fall for her. Hard.

- Well, I’m afraid I can keep talking. I’ve got some business to attend –she says, without looking at me. In fact, come to think, I don’t recall her ever looking me at the eyes.

- As you want, chatte.

- If you call me like this again, I will stab you.

It's not a joke; I can see her stroking the handle of the sword.

- I cannot see why you get so upset. It’s just a nickname. And therefore, it’s your name, too. Chat.

- I hate nicknames.

- But that one’s lovely.

- You haven’t any idea of French, right?

Fuck, did I screw it?

- Whatever, I’ll just go home. Goodnight. Don’t get raped.

Aw, so sweet. She’s worrying about me.

- I won’t. I’ll wait for you.

- It is curious how you keep on trying. You’re such a masochist.

- Maybe –I grin. It’s not a happy one- But I hope one day you’ll realize that I would do anything for you.

She turns left, and I get to see her piercing eyes, even thought the contacts. She is looking at me. Face to face for first time.

- I already know that, Poet.

dissabte, 4 de setembre del 2010

9. Sang

Què ha passat?

Deu segons abans, jo estava recolzat a la paret, pensant que era intocable, i ara, una quantitat de temps ridícula després, miro el món desfigurat tenyit de vermell, i no entenc què acaba de succeir.

Puc olorar-ho, sentir-ho, veure-ho, provar-ho. Oh, és clar que puc. La sang sempre crea aquesta impressió inoblidable dins la ment. Puc notar com el metall m’omple la gola, com regalima per la meva barbeta, pel coll, pel pit, perdent-se dins la samarreta. És càlida; no sé per què sempre havia pensat que la meva sang seria freda.

Puc veure com ell em mira amb una mescla d’ira i estupefacció, sense acabar de creure’s el que ha fet, el que està fent, però als seus ulls negres com el carbó no hi ha lloc pel penediment. Puc veure com les meves mans viatgen fins el meu estómac en un gest instintiu i abracen el cos aliè que se’m clava endins, intentant reconèixer-lo, i com en tornen completament roges.

Puc fer moltes coses. Però no puc entendre-ho.

I tampoc puc respirar; alguna altra cosa que no és aire m’omple els pulmons. El meu cos és ple de sang, com ha estat sempre, però aquest cop és alhora tan diferent...

La vida s’escriu amb instants.

És una cosa que tots sabem, però de la qual mai fem cas, com una cançó que escoltes mil cops sense parar atenció a la lletra. Jo ho sabia, en algun punt, però és ara quan realment me’n adono.

Tard, per variar. A l’últim instant.

Literalment.

Aquest fill de puta m’acaba de matar.

dimecres, 1 de setembre del 2010

4. Hipnotismo.

4. Hipnotismo

Yo soy comoquiera que se llame el que se dedica a hipnotizar a la gente. ¿Hiptotizador? Bien, pues empezando desde cero, yo soy un hipnotizador.

Claro que no soy un profesional. De hecho, todavía estoy en plena fase de aprendizaje, bajo la tutela de ese enigmático capullo que me manda sobres de vez en cuando con información y sitios de interés. No siempre relacionados con el oficio, tengo que reconocer; la última vez que seguí sus indicaciones había terminado en una ciénaga con la misión de encontrar una especie de serpiente que sólo se hallaba en aquél sitio.

Pero dirijámonos al principio, que ahora todos los que se dedican al arte de la pluma y el papel empiezan por la mitad de la historia, hecho que le resta toda diversión y misterio.

Se me conoce como Poeta, nombre que me impuse a mí mismo cuando aprendí a leer bajo las vigas gastadas del sótano a la luz de una vela deshecha. Nunca he tenido otro, nadie se molestó en bautizarme con los típicos nombres evangelistas de hospicio. No, toda mi vida he sido Poeta, y ni siquiera he escrito dos versos seguidos.

Mi historia comienza el día que me encontraron bajo las escaleras de madera del Orfanato, en mayúsculas porque era el único del pueblo, envuelto en un mantel celeste con soles y lunas. Llovía, pero no era una de esas impresionantes tormentas que auguran grandes hazañas, si no una llovizna patética, cuatro gotitas pintadas bajo un cielo trémulo. Una mierda de día, como muy bien describió mi gran colega Lev, una alma rocanrolera perdida en el siglo veintiuno.

Cabe decir que los años que pasé recluido ahí dentro los describo como la pausa entre nacer y volverse uno mismo. No me gustaban los muros llenos de musgo, los cristos redentores que inspiraban mis pesadillas, y odiaba a esas hermanas que a su turno me odiaban a mí. No sé cuántos años tenía cuando me largué; para ser sincero, ni siquiera sé los que tengo ahora, pero no debía de ser muy mayor, ya que vi a niños de más o menos mi edad entrar todavía a la escuela primaria.

Pero eso me daba igual; tenía un alma demasiado grande aplastada dentro un cuerpo de infante. Anhelaba ver mundo, así que nunca lamenté mi deserción en el camino de la humanidad. Nadie me buscó, tampoco.

Empecé a llevar a cabo pequeños trabajos, tonterías. Un matrimonio irlandés regentaba una pequeña posada justo a la entrada del bosque, y a cambio de ir a servir mesas y ayudar un poco en la cocina durante las temporadas de caza, cuando el antro realmente se llenaba, tenía asegurada una cama dónde dormir y alimento necesario para subsistir, cosa que en el duro invierno se agradecía. A la llegada de la primavera, pero, me despedía con la promesa de volver el próximo otoño y me embarcaba en estrechos caminitos que me llevaban a conocer ese enorme mundo que quería comerme.

Repartiendo pizzas, paseando perros de señoras ricas, arreglando calles y desagües, promocionando ofertas, ordenando libros en bibliotecas recónditas… incluso llegué a trabajar como portero de un distinguido club de streaptease. Ahí tuve mi primer contacto con el bello sexo, generando un pequeño caminito en mi vida que terminó con Chat entre sábanas de satín negro mientras yo le leía sonetos a la luz de la luna.

O quizás esta escena idílica sólo la he soñado; no estoy seguro.

Aunque mi trabajo predilecto siempre fue ocuparme de la tienda del viejo Charles, un abuelo más antiguo que el mismo tiempo, que poseía una de esas chabolas donde la gente se para a mirar con curiosidad pero nunca entra. “La Carabela”, se llamaba, y todavía hoy no me he explico el porqué: lo único que tenía de marino eran las paredes revestidas de madera, al igual que el camarote de un barco. La mercancía abarcaba una extensa gama; desde lámparas turcas a té chino, pasando por libros del siglo doce, joyas barrocas e incluso un par de juegos de vudú: el típico lugar dónde uno va a encontrarse con lo último que buscaba.

Ahí conocí también el que sería mi mejor amigo, Iguana. Lo trajeron un día, atado a una cuerda, arrastrándolo por la calle como si fuera un delincuente, y prácticamente me lo echaron encima la mesa. “Aquí os quedáis de todo, ¿no?”, preguntó el hombretón que lo llevaba, y se fue sin esperar respuesta. Nunca me quedó claro porque el sujeto quería deshacerse de semejante réptil (porqué Iguana era una iguana), pero el señor Charles no quería ni oír a hablar de tener animales dentro de la tienda, a menos de que estuvieran disecados.

O sea que ese día gané mi primera recompensa verdadera; un compañero de viaje.

A veces, en el hostal de los O’Brien, se me acercaba algún que otro borracho, y con el aliento entrecortado, me pedía que le contara una canción, o le cantara una historia a cambio de una propina. Y yo, que no sabía más que lo que me habían enseñado los libros de la biblioteca, les hablaba de sirenas asesinadas por Romeos hindues, de princesas que convivían con tres osos enanos, de golondrinas soldado que mataban por amor a su familia y morían por amor a la patria. Y a ellos se les empeñaban los ojos de lágrimas y lloraban por toda esa gente a la que ni siquiera conocían, e Iguana se les unía en acto de solidaridad, roncando a su lado con todo monocorde.

Miss Lucy, la mujer, a menudo solía decirme que yo parecía tener un don para hablar a la gente, para hacerles creer historias. Para manipularlas.

Y aquí fue dónde empecé mi carrera como hipnotizador. O hipnotista, me gustan las dos.

Lo escribí en mi currículum, hecho con la máquina de escribir del viejo Charles cuando él no miraba, luego de la larga retahíla de oficios poco apreciados que había llevado a cabo en mi corta vida. “Poeta, hipnotizador amateur”; bonito título de presentación. Siempre había alguien que me pedía que escribiera una tarantela, pero la mayoría se quedaban a cuadros, contemplando admirados desde la distancia, medio incrédulos ante mis artes, pero nunca se atrevían a pedir una demostración.

Y entonces empezaron a llegar las cartas.

La primera la encontró Miss Lucy, quién me la dejó sobre la cama sin decir nada pensando que sería de alguna chica enamorada. No había tal chica. Pero en el papel había algo más interesante todavía que una carta de amor.

“¿Qué has soñado hoy?”


Descubrí que no tenía ni idea.

Ahí empecé formarme como un hipnotizador de verdad.

diumenge, 22 d’agost del 2010

6. Crim

Crimen.
(Del lat. crimen).
1. m. Delito grave.

Nélida estaba bastante segura que sus acciones no podían llegar a considerarse un delito grave. No era nada por lo que pudieran encarcelarla; ni siquiera llevarla a un juzgado. No había ninguna ley en contra, y sin embargo, era consciente de que si su secreto era descubierto, nunca nadie volvería a mirarla del mismo modo. ¿Confusión? ¿Repugnancia? ¿Miedo?
Pero esos sentimientos eran ahora nombres vacíos, sin sentido. Simplemente letras, una detrás de otra, en orden, para dar una determinada información. Nada más.
Su cuerpo en aquél instante se hallaba lejos, muy lejos de ese abismo negativo. Sumergida en un calorcito placentero, se limitaba a acariciar los labios de Bruno con los suyos, amándole la boca, besándose derramando mares.
Era el Paraíso.
Un Paraíso condenado.

3. m. Acción voluntaria de matar o herir gravemente a alguien.

No querían herir a nadie, pero ambos sabían que tarde o temprano surgirían problemas, y ellos, aquellos a quienes en el fondo debían todo, serían los peor parados. Entonces, entraban en arenas movedizas. ¿Era lo suyo realmente un crimen?

2. m. Acción indebida o reprensible.

En cuanto se habían conocido, se habían odiado. No es algo muy original, ya que aproximadamente la mitad de los romances empiezan así, pero es un hecho. La vida diaria no es un cuento que debe ser original y rompedor. La vida real es sosa y repetitiva hasta decir basta. O al menos, eso creía Nélida. Igual que lo hacía Bruno. Hasta que se encontraron.

Sería falso afirmar que Nélida sufrió en exceso por la muerte de su madre. De hecho, ni llegó a conocerla de verdad; su padre le había contado que un cáncer se la había llevado cuando apenas empezaban a disfrutar de ser padres. No le había dicho mucho más, ya que no le gustaba hablar de ese tema, pero gracias a un tío mórbido se había enterado de que había sido ella, una niña de apenas dos años, quién había encontrado el cuerpo tumbado en el sofá, en una última siesta. De eso, Nélida no se acordaba, y se había culpado varias veces por olvidar algo tan relevante, pero no era algo que le quitara el sueño. Había sucedido, y ya. Era algo triste, y tenía que aprender a convivir con ello.
Pero extrañamente no aplicaba la misma filosofía con su padre; por eso no pudo perdonarlo cuando, con una sonrisa algo forzada y sin mirarla a los ojos, le anunció que había encontrado otra mujer con la cual rehacer su vida. Una mujer que iba a vivir con ellos, y que tenía dos hijos. Claro que no iba a ser de repente, sino algo gradual, para que te acostumbres, cariño. Sé que esto es algo bastante duro para ti, pero entiende que yo también tengo derecho a seguir viviendo.
No lo entendió.

Bruno. Nélida había detestado cada una de las letras de su nombre, cada rasgo de de su rostro, cada objeto perteneciente a él. Lo sentía como un invasor dentro de su morada, su espacio vital. Con su hermano, el pequeño Guille, le sucedía lo mismo, pero no era tan exagerado porque el chaval apenas tenía trece años y se pasaba el día delante el televisor, matando bichos de tres cabezas dentro de la Play Station. Lo bueno es que el sentimiento era recíproco, porque en breve los Rabel se dieron cuenta de que no eran bienvenidos.
Los tres reaccionaron de formas distintas; la madre, intentando acercarse a esa chica tan silenciosa que siempre les contemplaba con los ojos de hielo. Le hablaba de cualquier tontería, detalles anecdóticos, lo que fuera por no sentir en el silencio el rechazo de su hijastra. Guille se encogió de hombros, y decidió que si no podía ser no era. Total, a él le importaba un pepino esa niña. Y Bruno se dedicó a devolverle todas y cada una de las miradas cortantes y las frases hirientes, pinchándose a la mínima ocasión, hasta el punto de que la tensión entre ambos era tan palpable que los progenitores decidieron intervenir: Nélida se llevó lo que más adelante denominó como ‘El Típico Rollo Autocompasivo’, en el cual su padre le pidió que dejara de ser tan egoísta y le permitiera tener una familia otra vez. Ella se tuvo que tragar las palabras que pugnaban por salir: "¿Acaso tú y yo no éramos una familia?"

Más adelante supo que su madrastra había insinuado a Bruno que si tantos problemas le causaba vivir en su nueva casa, que se buscara una, que ya era bastante mayorcito para mostrar ese comportamiento tan infantil. ¿Dónde se ha visto? Veinte años y todavía actuando como un crío.

Así que sustituyeron los breves insultos por silencios prolongados en los que buscaban desesperadamente ignorarse el uno a la otra. Fracasaron. La presencia del otro se hacía más notoria día tras día, semana tras semana. Y finalmente un día no aguantaron más. Sus padres, o a los que debían llamar así, habían salido a hacer unas compras llevándose a Guille con ellos, ocasión que aprovecharon Nélida y Bruno para desahogarse.
Se dijeron de todo; intentaron hacerse daño. No pudieron. El fuego que había entre ellos ardía, pero no en la dirección que deseaban, y antes de que el reloj diera las seis, ya estaban comiéndose a besos sobre el mullido sofá, haciendo el amor sobre el mismo, él tan moreno y ella tan pálida, sin llegar a decirse esas dos jodidas palabras básicamente por orgullo. Y por miedo a la derrota; ninguno quería admitir que había caído ante el otro.

- Te quiero. Te quiero. Te quiero. ¿Suena muy cursi?
- Sí.
- Ya. Te quiero.

Aunque eso fue sólo el principio. Habían pasado meses desde entonces; días y días solos, en casa, dedicándose a hablar sobre lo vivido e incluso lo que les quedaba por vivir. Hacían el amor, y hacían planes sobre lo que harían cuando Nélida cumpliese los dieciocho el próximo febrero. Se irían a vivir juntos, dónde nadie los conociera, dónde no tuvieran que esconderse.
Dónde lo suyo no fuera un crimen.


Nélida sonrió suavemente cuando sintió como Bruno le recogía el pelo detrás de la oreja y le besaba la mejilla. Era amor. Lo sabía, y aún así, su mente volvió al diccionario.

2. m. Acción indebida o reprensible.


La puerta de la habitación se abrió sorpresivamente, quitándoles todo margen de reacción. Sus padres aparecieron tras ella, encontrándose con sus hijos completamente desnudos, uno en brazos del otro.

Y sólo una palabra salió de sus labios.

crimen
(Del lat. crimen)

dijous, 19 d’agost del 2010

19. Manicomi.

Avís: No fixar-se en les errates. Aquest text ha sigut escrit en aproximadament 20 minuts xD

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Hi havia una vegada un noi. Aquest noi era feliç cantant al karaoke, o jugant amb cotxes teledirigits amb els seus amics. Però un dia la pau i l’alegria se li van acabar: un exèrcit de tres mil guerrillers va envair el seu poble, i ell va haver de fugir, aprofitant que els seu conillet de peluix es va sacrificar per distreure l’atenció dels soldats. Va còrrer i còrrer, fins que les cames li feien mal. Tenia gana, fred, el cap li rodava... es trobava fatal. Entre els arbres, podia apreciar que ja s’havia fet de nit. I el bosc era perillós de nit. “Possiblement aquesta serà la meva última nit”

Però el destí és capritxós, i va voler que en aquell moment es fixés en una tènue llumeta. Una foguera. I el foc volia dir gent. I menjar. Esperançat, va acostar-s’hi, però... allà només hi havia les ruïnes d’un poble. Resignat, va asseure’s a porp de la foguera, per escalfar-se una mica i passar la nit calentó, però alguna cosa no li deixà dormir. O més ben dit, algú. En obrir els ulls, es trobà amb un altre parell que l’esguerdaven, silenciosos. Estaven emmarcats per dues quasi invisibles celles (mal depilades) i a sota, dues galtes xuclades i plenes d’arrugues. No hi havia dubte possible...

- La bruixa Avorrida!!

- Calla nen! –l’àvia el fulminà amb la mirada- Com em pots confondre amb una bruixota?! – definitivament, no li havia fet gens de gràcia.- Confondre una dona jove i bella com jo amb una vella endimoniada! Com puja el jovent d’avui dia!!

Hi havia alguns punts que es podien discutir, però aquell no era el moment. Amb compte de no ferir els sentiments de la “dona jove i bonica”, li demanà disculpes i li preguntà què hi feia en aquell poblet abandonat. La resposta no es féu esperar.

- El mateix et podria pregunta jo a tu, xato. Però bé, la veritat és que estic aquí refugiada perquè en Mickey Mouse va devorar la meva família, i jo en vaig poder fugir. Ara em dedico a la venta il•legal de Rolex d’imitació. –i, obrint-se l’anorac, n’hi mostrà més de quaranta models- En vols un? Són baratets.

No, el que necessitava no era un rellotge. Era alguna cosa per menjar, i urgentment.

I de cop, com si es tractés d’una il•luminació, ho va veure. Dincs un cistell (que fins ara havia passat desapercebut) en sortia una punta del que semblava... una pera? Eureka! Estava salvat! Va precipitar-s’hi i, d’una sola queixalada, se la va menjar tota. De fons, li va semblar sentir els crits de la vella, però no hi va parar massa atenció, ja que en aquell moment va perdre la consiència.


L’escalfor del sol sobre la seva pell el va despertar. Què havia passat? Ah, si, ja ho recordava. Els guerrillers, la fugida, el peluix, la vella, el Mickey Mouse... tot formava un remolí de records dins la seva ment.

En aixecar-se, va notar un petit pes a les butxaques de la seva caçadora de marca. Va posar-hi la mà, i va treure’n una llimona i una poma. Com havien anat a parar allà era un gran misteri, però... en aquest conte, hi ha alguna cosa que tingui sentit?

Amb compte, examinà el lloc on es trobava. No sabia a quin lloc era, però sens dubte que al poble abandonat de la nit anterior, no. Allà hi havia... edificis? Torres de Telefònica? Corte Inglés? Putes? Zones blaves? Borratxos als bancs?

Sí, estava en una ciutat. I en una de bastant grossa, per cert.

Grans gratacels s’alçaven al cel com gegants. La gent caminava atrefagava per les grans avingudes. Els cotxes corrien d’un lloc a l’altre. I, davant seu, hi havia un gran edifici amb rètols de neó. Amb un gran somriure s’hi va encaminar.

Mitja hora després va sortir de la multinacional amb un somriure d’orella a orella, tot recordant l’entrevista que li havia proporcionat feina.

A l’altra banda de la taula un home amb ulleres i posat seriós l’esguardava.

- Ha treballat mai abans en aquesta empresa?

- No.

- I en alguna altra multinacional?

- No.

- Té experiència laboral?

- L’any passat treballava com a exhibicionista.

- I el certificat conforme és major d’edat i s’ha tret l’ensenyament secundari?

- Sóc menor, i fa tres anys que no vaig a l’escola.

- Genial!- l’home va plorar emocionat- vostè és la persona que estàvem buscant! Està contractat!


De fet, no li havia costat gens ni mica. No entenia la gent que deia que el món laboral estava tan malament.



Uns dies després, tot seguia igual. La feina a la multinacional semblava feta a mida per a ell. I amb els diners de la bestreta, s’havia comprat un sac de dormir reversible i una tenda de campanya. Les nits que no hi havia pluja, dormia com un rei.

I un dia, sortint de la seva tenda, es va trobar amb un sobre lacrat de color rosa amb lletres daurades. Comprovant que no es tractava d’una equivocació, ja que portava el seu nom escrit, va obrir el sobre. Allò era estrany, molt estrany. Qui li podia escriure? Tan bon punt va treure el paperet de dins, va tenir la resposta.

Una festa, interessant. I per què el convidaven a ell? Allà hi posava que el motiu de l’invitació era per ser el “millor treballador del mes”. En fi. Ara tenia un gran problema: no tenia diners, i tampoc tenia roba; fins ara havia passat amb un sac de farina. Però allò canviaria, oi tant que sí!



Els convidats anaven i venien. Els homes lluien cars smòquings i les dones, vestits ben engarlantats. Xerraven entre ells, fent gala de les seves riqueses i possessions. Però, sobretot, comentaven la presència d’un estrany individu vestit d’ànec gegant que caminava amunt i avall, menjant-se tots els canapès que trobava al seu pas. A part d’això, la festa va transcòrrer normalment.

Eren cap allà les dotze de la nit, i el nostre protagonista, vestit amb una adorable disfressa... d’ànec? Doncs no! Aquell era un cambrer! El nostre heroi anava amb un conjunt de conillet rosa molt bufó. El conillet s’escapà al jardí, cansat de tants colors i tanta música. Es recolzà a la paret, i va esperar que fos l’hora indicada per marxar. Amb aquestes que, de cop, li va roncar la panxa, retreient-li que encara no hagués menjat res. D’una butxaca interior, va treure una altra de les fruites que aquell dia li havia, en certa manera, robat, a la velleta. Una poma i una llimona. “Hm... les llimones són amargues. Prefereixo les pomes, que són més dolces”. Dit i fet. En un moment, la poma havia desaparegut. En donà un parell de cops sobre l’estómac, satisfet, i quan es disposava a tornar cap a casa seva, unes estranyes arcades l’envaires, obligant-lo a anar corrents al bany més pròxim, ja que vomitar sobre el terra d’un jardí com aquell hauria sigut un sacrilegi.

Quan va sortir del bany ni ell mateix es reconeixia... pel simple motiu que ja no era “ell”. O, si més no, la seva roba no era molt “masculina”. Una mini-faldilla i unes botes altes. La seva primera reacció va ser tornar-se a tancar al bany, per comprobar si el seu cos també havia canviat pel d’una top-model, o si seguia sent home. El que no sabia era que algú l’havia vist sortir d’el bany amb aquella pinta, i en aquell moment mirava en la seva direcció, sumament interessat. Fent un gest amb la mà, va cridar a l’ànec gegant, o altrament dit, cambrer.

- Vostè dirà, senyor director general.

Sí, aquell era el director de la empresa multinacional en la qual treballava el nostre protagonitsa, que ara, recordem-ho, estava tancat al lavabo.

- Aquell noi... o noia, no ho sé... treballa a la meva empresa?

- No ho sé, senyor. Jo només sóc un puto ànec.

El director sospirà i amb un gest indicà al cambrer que podia marxar. Era una llàstima, li hauria agradat més saber sobre aquell noi. Al cap i a la fi, no cada dia et trobaves un dels teus empleats vestits com una foto model sortint d’un bany.


Deixarem els detalls sexualment obscurs d’aquella nit difosos entre la boira del temps, ja que certa quantitat d’alcohol van fer que el nostre heroi (per cert... heroi de què?) oblidés tot el que va passar a la festa. I gràcies que ho va fer, si no s’hauria gastat tot el seu sou en un bon psicóleg perquè li tragués els múltiples traumes que li haurien provocat.

Al cap d’uns dies, el noi va rebre una altra carta. “Conferència sobre la transexualitat” hi posava. Sí, semblava que el director, després de molt buscar, l’havia localitzat, i li havia enviat, a mode de recomenació, aquella invitació, encara que el nostre protagonista no arribés a entendre el sentit d’aquella carta (recordem que l’alcohol li havia esborrat tots els seus records). Però com que no tenia res millor a fer, ja que treballava a una multinacional, va decidir anar-hi.


La conferència va resultar summament interessant, hi va aprendre moltes coses, encara que en tota l’estona no va deixar-se de preguntar què hi feia allà. El problema va ser que, sortint de la sala, sense voler, li va caure l’agenda. Però com que no se’n va adonar, va seguir el seu camí. I tampoc va veure com una persona misteriosa l’agafava, i satisfeta, se l’emportava.


Al dia següent es va despertar amb moltíssima gana. Va buscar dins el seu sac de dormir, per finalment treure’n la llimona. Tancant els ulls, i tapant-se el nas, se la va menjar. En aquell moment, els ulls se li van ennuvolar de llàgrimes, per culpa de l’àcid gust de la fruita. Quan el regust li va haver marxat, va estirar-se sobre el sac i va tancar els ulls, disposat a dormir una estona més. Però en aquell moment el seu telèfon va començar a sonar, donant-li a aquesta història un toc cada cop més ilògic, ja que, si vivia al carrer, com és que tenia telèfon?

Sospirant, va agafar l’aparell. El va despenjar i se’l va posar a l’orella, però tot i així a l’altra banda ningú li va respondre.

- Es deuen haver equivocat. – va dir arronsant les espatlles. Però just quan tornava a deixar el mòbil al seu lloc, va tornar a sonar. I va passar exactament el mateix que el primer cop. I així un altre, i un altre, i un altre... Les trucades anònimes es repetien dia rere dia, sense descans, mentre el noi es maleïa per haver-se deixat l’agenda on hi tenia el seu número de telèfon apuntat.


Fi


- Ei, un moment!! Això encara no ha acabat!!- asseguda enmig de les roques, una velleta mirava l’agenda que tenia davant seu mentre que marcava repetidament un nombre al seu telèfon i reia de forma maniàtica.- Aquesta agenda ha sigut un regal del cel!!

Efectivament, la senyora gran que hem esmentat al principi de la història semblava disposada a cobrar-se la seva venjança.

- D’aquesta sí que no te n’escaparàs, fill de puta!!A mi ningú em roba!!


Ara sí, FI

dimarts, 17 d’agost del 2010

JOC - Gravetat

7. GRAVETAT.

Com havia de ser tocar els núvols?
Estava estirada sobre les lloses, contemplant l’enorme cel blau i serè que s’estenia sobre seu, devorant-ho tot, i no podia deixar de pensar en enlairar-se, suaument, sense pausa però sense pressa, com un globus aerostàtic, fins a acabar flotant a mil metres sobre el terra, tan avorrit. Deixar enrere tot el que coneixia, desafiant el senyor Newton i les seves pomes, per a envoltar-se de l’aire fresc que surava a l’atmosfera.
Com seria prendre’n un trosset amb la llengua? Seria dolç, com els núvols de sucre, o més aviat insípid? Humit, o eteri? Inconscientment es va llepar els llavis, imaginant que ho estava tastant. Sí, definitivament dolç.
- Cassy! – la veu del seu pare va ressonar per a la escala fins que va impactar a la porta que duia al terrat, fent-la retornar bruscament al planeta que havia abandonat. – En Sebastià és aquí!
Es va incorporar, encara despertant-se del somni que havia tingut sense adormir-se, i amb breu cant de felicitat va afanyar-se a baixar les escales de dues en dues. En Sebastià. Feia un parell de mesos que estaven junts, però això no impedia que cada cop que el veiés es posés a somriure com una nena estúpida. O com una deficient, com deia ella mateixa.
Va arribar al replà esbufegant i amb les galtes completament tenyides de vermell, però no li va importar. Ni tan sols el fet que li havia baixat una de les tires de la samarreta i estava ensenyant mig sostenidor.
- Ei – va fer el noi que estava recolzat a la paret amb un aspecte un pèl incòmode. Segur que el seu pare s’havia dedicat a mirar-lo amb la mirada de bèstia assassina mentre esperava. – Anem a fer una volta?
- I és clar que sí –va dir mentre li agafava la mà i estirava els llavis perquè ell hi diposités un breu petó.- Tinc ganes d’anar a prendre un gelat.
I quan vint minuts després es trobaven sota el pont de la Princesa, menjant gelat i murmurant-se paraules a cau d’orella lleugeres com les fulles que s’enduia al vent, la Cassiopea va descobrir que no era necessari desafiar la gravetat per a tocar els núvols.

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Cutre, ràpid i horriblement cursi. Però en fi, avui estava d'humor per això xD Per alguna cosa mínimament 'maca' que escric... xD

diumenge, 15 d’agost del 2010

Highschool Bizarre ChroniclesCapítulo 5 (I)



CAPÍTULO 5

“¡Oh amor poderoso! ¡Que a veces hace de una bestia un hombre,
y otras, de un hombre una bestia!”




- A la mierda Shakespeare.

Jim Brewster, uno de los pocos clientes que había en El Cerdo Misógino, un pequeño y acogedor local situado cerca de los únicos jardines en todo Backshead, giró la cabeza para mirar aquella inquietante criatura que había sentada a la mesa de al lado. Llevaba una larga gabardina negra, gafas de sol y una boina, también negra, que no llegaba a cubrirle una mata de pelo rosa que, tal cual cabellera de león, le salía a lado y lado. Delante suyo había sentadas dos chicas, completamente en silencio, con las miradas clavadas en la mesa; ambas vestían también de negro, y llevaban sendas gafas. Las malas vibraciones que desprendían rompían al instante el encanto de esa pequeña cafetería.
Si sólo fuera su aspecto el problema, Jim habría podido ignorarlas fácilmente, pero el quid de la cuestión radicaba en que desde el momento en que habían entrado por la puerta de vidrio y madera, la chica del pelo rosa no había parado de gritar y maldecir. No es necesario decir que la camarera, una mujer de aspecto delicado y pusilánime, ni siquiera se había atrevido a pedirles que bajaran un poco la voz.
En ese momento, esa energúmena se encontraba agitando un libro, que parecía ser Romeo y Julieta, mientras se dedicaba a despotricar contra su autor.
- En serio, que se vaya a petar monos. Dice que lo de sus obras es amor, ¡pero en realidad no tiene ni idea! Romeo es un media mierda, y Julieta, una pava insoportable. Los podría haber matado a la primera página y ahorrar el sufrimiento a sus lectores, ¡joder!

Jim Brewster se giró molesto, decidido esta vez a endosarle una réplica mordaz. Había dedicado gran parte de su vida al estudio de la obra de Shakespeare y no iba a permitir que su ídolo literario fuera menospreciado de esa forma, y menos por una niña que se pintaba como un mapache. Incluso ya había empezado a formar un discurso en su mente sobre cómo defender al autor inglés, pero cuando abrió la boca para soltarlo, se encontró con los rostros fríos y inexpresivos de las dos chicas que acompañaban a esa gamberra.
- Perdone a nuestra jefa –dijo una de ellas, la de la izquierda, aunque Jim se percató de que eran prácticamente iguales.- Últimamente no se encuentra muy bien.
Era cierto. La chica-mapache había empezado a llorar a cántaros sobre la mesa, y lagrimones negros surcaban sus mejillas por debajo de las gafas oscuras.
- Problemas amorosos –añadió la de la derecha.
Jim Brewster asintió, repentinamente comprensivo. Entonces, era eso. Pobrecita.
- ¡Y es que además tiene las agallas de llamarlo ‘amor verdadero’! –sollozó la líder mientras agarraba una servilleta y se mocaba ruidosamente.
- Su chico ha quedado con otra –le explicó la gemela izquierda.
- Y eso no le ha sentado muy bien a la pobre – la derecha volvió a intervenir.
- ¡¡El amor verdadero es un producto inventado por Hollywood para lavarnos el cerebro!!
- Está bastante destrozada.
- Así que disculpe las molestias, e intente comprender.
- Nicky…. Mi pequeño Nicky… ¡¿Qué te han hecho?! Ya sé que tú no querrías quedar con esa pelandrusca… Te han obligado fuerzas mayores…

Jim las miró un momento, indeciso, y finalmente se volvió hacia su mesa y se concentró en su café. Definitivamente, los jóvenes de hoy en día eran completamente diferentes de lo que había sido él.

En la mesa de al lado, Phyns, ahora sin las gafas, había empezado a dibujar calaveras negras a la portada del libro para distraerse, y de vez en cuando todavía sufría algún espasmo debido a su reciente llanto. Bajo la atenta mirada de Emily y Evelyn empezó a practicar algunos ejercicios de relajación: tomó aire por un agujero de la nariz, tapando el contrario, y lo liberó por el otro, invirtiendo el proceso. Después de varias veces, empezó a notar como su pulso se relajaba y su línea de pensamiento se estabilizaba el máximo posible.
Bien, eso era lo que necesitaba. Estar completamente relajada para cuando llegara Nick con Mary Sue. No quería traicionarse a sí misma y delatar su presencia.
- ¿Seguro que dijo a las seis? – preguntó a Emily, la encargada de las escuchas.
- Sí señora. Querían ir a sus casas a dejar las mochilas.
- Pues son las seis y cuarto y aquí todavía no hay nadie…
- Se habrán retrasado. Todas sabemos que el señor Nicholas es de todo menos puntual.
- ¡No es impuntual! –chilló Phyns. -¡Él es perfecto! ¡Es el resto del mundo el que va demasiado avanzado!
- Tiene razón, señora –apuntó Evelyn.
- Y por cierto –prosiguió Phyns.- Cuando lleguen, sobra decir que no quiero ningún movimiento que rebele nuestra posición. Tenemos que pasar inadvertidas. Por algo nos hemos saltado la última hora de clases: para camuflarnos en el ambiente.
- Como usted mande, señora –corearon las hermanas Nightfall.

Jim Brewster empezó a inquietarse. Las chicas de al lado eran realmente unas psicópatas. Al menos la del pelo rosa. Y las gemelas… había algo en su perenne frialdad que le hacía entrar escalofríos. Había hecho bien de no llegar a decirles nada, decidió, mientras se tomaba el último sorbo de su capuccino.

dimarts, 20 de juliol del 2010

Bloody Ink


De mí dependía la existencia de todo lo que nacía, moría o acontecía en las arenas inmóviles donde germinaban mis cuentos [...] Bastaba pronunciar la palabra justa para darle vida.♥

dissabte, 17 de juliol del 2010

Papallona

Text de quan tenia 13 anys. Està ple d'errors, però m'agrada, sobretot contant que el vaig escriure que era una tap de bassa (tot i que era igual d'alta que ara ¬¬' humpf). Enjoy! :)




Papallona

Quan va començar tot, jo encara descobria el món.

Al principi, li vaig restar importància. Creia que era alguna cosa puntual, un simple regal d’algú, però a mesura que passaven els dies em vaig adonar que anava per llarg. Cada matí, el primer que feia en despertar-me era córrer fins la finestra, silenciosament, perquè els meus pares no se n’adonessin, ja que era el meu petit secret. Cada dia obria la finestra amb la mateixa il•lusió. I cada dia estava allà, sobre el petit replà. Un lliri negre. Llavors, jo, amb cura, el recollia i el posava al gerro de la tauleta de nit. I així cada dia.

La veritat, mai em vaig plantejar que allò podria ser perillós. Mai vaig advertir als meus pares d’allò, ni tampoc vaig dir res als meus companys. Aquell era el meu secret. Només el sabíem jo i els meus lliris.

Van passar els anys. Els lliris seguien apareixent al replà de la meva finestra. I jo cada dia era una mica més feliç. Una escalfor m’inundava, filtrant-se des de la punta dels dits fins al centre del meu pit, sabent que era important per algú.

Però, tot i això, un dubte em rosegava per dins. Qui era? Qui era la persona que m’enviava els meus petits tresors? Qui es molestava a visitar-me cada nit? Per a qui era tan important? Em passava el dia absent, preguntant-me el mateix les vint-i-quatre hores, fins al punt que, pràcticament, a les nits no podia dormir.

I una nit ho vaig fer. Vaig esperar que la casa quedés en el silenci sepulcral típic dels capvespres, amb compte vaig alçar-me del llit, i, amb suavitat, com qui toca un tresor, vaig acariciar els meus preuats lliris. Després, silenciosament, no fos cas que despertés a algú, vaig esmunyir-me fins a l’altra banda del dormitori, fins anar a parar davant la finestra, en aquells moments tapada únicament per les cortines. Vaig sospirar, intentant convèncer-me a mi mateix que allò era el correcte, i vaig descórrer la llarga tela que em separava de l’exterior. A poc a poc, intentant no caure, vaig fer un petit salt situant-me al replà de la finestra, i allí vaig esperar.

No recordo quant temps vaig estar allí assegut, amb silenci, ignorant el fred nocturn, abrigat simplement amb el meu pijama. El vent em xiulava a les orelles, burlant-se de mi, xiuxiuejant-me que mai trobaria el que buscava. Al cel, la lluna gairebé havia desaparegut. Vaig abraçar-me, per proporcionar-me calor, vencent l’aire gèlid, i vaig esperar. Davant meu s’estenia el carrer, il•luminat simplement per uns fanals, la majoria dels quals començaven a fer figa. Dins d’un d’ells, una arna joguinejava volant a prop de la llum. De fons, el rellotge de la capella va tocar la mitjanit. De cop, una forta olor de cremat em va arribar. Mirant a banda i banda, buscant el seu origen, em vaig adonar d’on provenia. A uns quants metres de mi, l’arna queia al terra, fulminada per una cremada mortal que li havia provocat la proximitat amb la bombeta. Un calfred va travessar el meu cos.

“I tu acabaràs igual.”

I de cop ho vaig veure. Una ombra davant meu, se m’acostava a pas lent i pausat. Hauria pogut fugir, hauria pogut cridar, però hi havia alguna cosa dins meu que s’hi resistia. Fent un gran esforç, vaig aixecar la mirada.

“Has anat més lluny del que t’era permès...”

I abans que la foscor emboirés els meus sentits, vaig veure dos ulls que m’esguardaven, vermells com la sang.

“... petita papallona”


Al matí següent em vaig despertar al meu llit, com si res no hagués passat. Confós, vaig córrer fins la finestra, obrint-la de cop, esperant veure com cada matí un lliri negre al replà, però...

... allà només hi havia un petit mocador de seda.

Amb les mans tremoloses, el vaig desembolicar. I el que contenia va fer que un terror cec inundés el meu cor. Dins el mocador, hi havia les restes cremades d’una arna.

No cal dir que des d’aquell dia no vaig trobar cap més lliri. Per a mi, va ser un gran disgust. Maleïa la meva curiositat, que m’havia fet perdre l’únic que realment m’importava. Maleïa la gent que m’envoltava, per somriure, per fer broma. Que potser no sabien que jo ho estava passant malament? I doncs, com podia ser que, mentre jo em moria lentament per dintre, el món seguís pel seu camí?

Però, sobretot, em maleïa a mi mateix, perquè en el fons sabia que l’únic culpable era jo.

I així va ser com vaig començar a viure a contra rellotge. Cada dia, cada hora, cada minut era com una fulla que el vent arrossegava per endur-se-la lluny de l’arbre que era la meva vida. I jo simplement esperava. Tenia una petita esperança que algun dia passaria alguna cosa. El què? No ho sabia exactament.

Com un simple espectador, veia com la meva vida s’evaporava davant dels meus ulls.

I finalment ha arribat el que he estat esperant. Sota els llençols, em noto la pell freda. El batec del meu cor cada cop és menys irregular. Tinc son, ganes de dormir. De fons, sento els crits i les súpliques dels qui m’envolten. Diuen que em quedi, que no marxi.

Com poden ser tan egoistes? L’única cosa que em lligava a aquest món ha desaparegut.

“Vine...”

Però com? Què he de fer? Sospiro profundament, conscient que serà l’últim cop que ho faci.

“Vine amb mi...”


Sí, un moment! Espera’m! No trigaré, ho prometo!! Sols dóna’m un instant més!

“Vine...”

Per favor, espera’t!! De seguida seré amb tu!! De cop el món sembla anar lent, el rellotge sembla aturar-se. En un últim esforç, dirigeixo la mirada cap a la tauleta de nit. Allà, dins el gerro, hi ha un lliri negre. Somric, mentre tanco els ulls. Mentre el món deixa d’existir.

A partir d’ara només serem jo i els meus lliris, un altre cop.

“Amb mi estaràs bé, petita papallona.”

diumenge, 20 de juny del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Prólogo

Doncs res, com que no tinc res decent per a penjar (^^U) poso aquí aquesta paranoia que em dedico a fer als meus temps lliures. La vull penjar tota, ja que si li passa alguna cosa a l'ordenata seguiré tenint una còpia on-line XD També li he canviat el nom: ara m'agrada més perquè representa més bé el contingut (això sí, no puc evitar que em recordi a High School Musical T_________T horrooooor).

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Atención:
Todos los personajes representados a continuación son de ficción. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

(Aunque déjame decirte que, si alguno de los siguientes especímenes te recuerda a ti, ¡corre a abrir el gas!)



Mary Sue es un término utilizado por el mundo del fandom, refiriéndose a un personaje femenino (de ser masculino suele usarse el nombre Gary Stu) agregado en la historia original que suele ser un alter-ego del escritor/escritora, cuya principal característica es la de ser perfecto y no tener fallos. (…)
Las Mary Sue generalmente son chicas de belleza extraordinaria. Frecuentemente, sus ojos y cabello tienen propiedades poco comunes, que llaman mucho la atención.
En términos generales, un personaje Mary Sue presenta múltiples habilidades comparadas con sus escasos (si no es que nulos) defectos; sin embargo, suele desagradar a los lectores.


Mary Sue , Sta. Divinidad de la Wikipedia.



PRÓLOGO:
En el que el lector tiene el honor de conocer al personaje
más ilustre y brillante de todos los tiempos.


- Oh, mierda –fue lo primero que dijo Nicholas Pink esa mañana de marzo. - ¿En serio la redacción de lengua era para hoy?
Doris lo miró con ojos burlones desde el otro extremo de su pupitre mientras frotaba uno de los chicles que había bajo la mesa para que se cayera.
- Pues sí, y además es bastante importante – hizo una pausa dramática y esbozó una media sonrisa. - ¿Recuerdas que la profesora estuvo dos meses de baja porque se quemó en la playa? Pues ahora no sabe con qué evaluarnos y probablemente saque de ahí gran parte de la nota final.

Nick inclinó la cabeza y intentó poner la mirada más triste de la que fue capaz. Se imaginó que era un pobre chico sin familia ni amigos que vivía bajo un puente con su perro pulgoso. Y entonces empezó a hablar con la voz rota.
- En fin, supongo que voy a suspender inglés este trimestre… Espero que mi madre no me pegue demasiado – dijo haciendo que el flequillo pelirrojo le cayera sobre la cara tapándole los ojos, dándole un toque todavía más trágico.
- No voy a dejártela copiar.
El chico esbozó una mueca consternada.
- ¡Pues entonces sí que voy a suspender!
- ¿Y? Es tu culpa. Además, tu madre en su vida sería capaz de levantar la mano a alguien. Pobre mujer, suficiente tiene con un hijo cómo tú… estúpido.
En cuanto terminó, Doris esbozó una amplia sonrisa. Acababa de empezar la mañana de forma inmejorable; despotricando contra Nick, que casualmente era su actividad favorita después de tumbarse al sofá con una pizza y ver Lirios en Diciembre, un culebrón que estaba de moda. Ignorando al chico, que ahora parecía lloriquear sobre la mesa suplicando un poco de compasión, se dedicó a la fascinante tarea que tenía entre manos, literalmente. El estúpido chicle parecía no querer caer. Mientras le daba pinchazos con la regla y descargaba sobre él su frustración, se preguntaba quién podría ser el cerdo misógino que se lo había pegado, y se juraba a sí misma que iba a vengar de una forma retorcidamente original y malévola.
Aquella asquerosa conglomeración de petróleo se soltó de la madera al mismo tiempo que Nick abría la libreta en un intento desesperado de aprobar. Y todo eso pasó al preciso instante en que la profesora entraba a paso firme en la clase, con su pose elegante, la barbilla levantada y una mirada que delataba que había estado tomando más café de lo recomendable. Se paró en medio del aula, justo detrás de su mesa y tosió un par de veces intentado llamar la atención, mientras ignoraba un gemido de desesperación que le llegó desde las filas de detrás.
- Bueno, chicos –empezó a hablar con un tono de voz que mancaba de cualquier signo de expresividad. – Hoy es un día especial para nosotros; vamos a tener una nueva compañera en la clase. ¿No es genial? – si le hubieran dicho que su marido acababa de dejarla por una joven de veinte años y que habían atropellado a su gato, la señora Fine no habría conseguido formular esa pregunta de forma más fúnebre.
Los alumnos empezaron a murmurar entre ellos apresuradamente. No era normal tener chicos o chicas nuevas en el instituto, por el simple motivo de que el centro tenía una de las peores reputaciones del país, que habían logrado a base de depresiones y suicidios de profesores y varias desapariciones de algunos de los estudiantes. Por eso nadie iba nunca voluntariamente ahí. Sólo a los desgraciados que les tocaba por obligación, ya fuera por el distrito dónde vivían, como Nick o Doris, o por sus –pésimas- notas.
Se tenía que estar loco para querer ir al St. Puff.
Como es normal en una clase de secundaria, los comentarios maliciosos no tardaron en aflorar.
- Será una ex delincuente… - decía Philip Hughkins, un chico alto y esquelético de la segunda fila, mientras se reía entre dientes.
- A lo mejor ya ha cumplido los veintidós – añadía sonriente Tasha Swimbles, una chica la cual su belleza y inteligencia podían competir con la de los pavos reales.
- ¿Y a quién le importa eso? – gritó Sam Robson, grosero nato, para hacerse oír en medio del escándalo.- Lo importante es que tenga unos buenos…
Pero Sam nunca pudo acabar de decir qué era lo que le interesaba sobre la nueva alumna ya que su opinión fue cortada por la entrada de la misma.
La clase entera enmudeció.
Ante ellos estaba la criatura más perfecta que habían visto jamás. Sus tirabuzones dorados como el sol veraniego le caían en perfecto orden sobre los hombros pálidos y pequeños, que el vestido de volantes y encajes que lucía no llegaba a tapar del todo. Sus ojos, azules cómo el más azul de los zafiros, los miraban con una expresión que transmitía cohibición y puerilidad bajo unas cejas tan finas que casi parecían pintadas. Tenía las mejillas sonrojadas, y los labios, del color de las cerezas, entreabiertos, formando una pequeña ‘o’ de sorpresa.
- ¿Por qué no te presentas a tus nuevos compañeros, querida? – dijo la señora Fine, mientras se dejaba caer encima la silla demasiado pequeña para su enorme trasero. – Así haremos la clase más amena y os conoceréis más rápido – hoy no se había levantado con ganas de enseñar y tenía la excusa perfecta ante ella.
La chica asintió levemente con la cabeza y dedicó a los chicos una sonrisa encantadora. El sol que se filtraba en las ventanas se reflejó en sus dientes, inmaculadamente blancos, y cegó a las gemelas Nightfall, que estaban delante suyo. Emily y Evelyn lloriquearon asustadas al notar que de repente todo se volvía oscuro, pero nadie les prestó atención.
Todo el mundo miraba a la chica nueva.
Y de repente ella se puso a hablar con una voz tan suave y melodiosa cómo la más bella de las canciones de amor.
- Me llamo Mary Sue.

dilluns, 14 de juny del 2010

SONATA [01/2010]

Era música.
Això és el que va pensar mentre escoltava com el corcat rellotge de cucut emetia somorts tic-tacs que esdevenien un baix greu i pesat dins la seva ment. Es va imaginar un vell contrabaix, aïllat al fons de l’escenari, mentre mirava amb enveja com un lleuger violí tocava un esplèndid solo d’un reconegut compositor. Tindria realment enveja? O era, simplement, que acceptava la seva posició amb humilitat i resignació? Quin misteri.
Era increïble com el turmentava aquella pregunta. Tenia milers de coses de les que preocupar-se, però per algun motiu, no es podia treure el solitari contrabaix del cap.
A través de la finestra, sentia com el vent bufava amb força entre les branques dels arbres. Quasi podia veure les fulles de tardor gronxar-se elegantment entre l’aire, en una petita dansa, abans de caure, mortes, sobre el terra. Eren les ballarines que dansaven acompanyades pel violí? O potser per una flauta travessera, o un clarinet. Sí, els clarinets tenien un so ideal pel ballet.
I el contrabaix, òbviament, que els hi marcaria el ritme pesadament des d’un racó, encara que, després, ningú li agrairia.
La música sonava a cada racó de la seva ment, no podia evitar-ho. El rellotge, el vent, les fulles, els passos dels pocs vianants que hi devia haver pel carrer... fins i tot el frec dels seus cabells contra el coixí passava a ser un seguit de notes curtes i precises.
Tot plegat formava una sonata preciosa, que amenaçava en qualsevol moment de fer-lo plorar. Era una llàstima que ja no en fos capaç. Coneixia gent que s’alegraria de poder evitar vessar llàgrimes. Sabia que ella, amb el seu plor ridículament fàcil, ho hauria donat tot per a no somicar en cada petit sotrac de la seva vida. Però ell, en aquell mateix moment, hauria donat res per a tornar a sentir la textura suau de l’aigua recórrer les seves galtes.
Perquè no li quedava res més que res. I res era tot el que tenia.
Una porta es va obrir, una timbala va espetegar breument en una pausa inesperada, on la resta de l’orquestra es va quedar en silenci, expectant.
I llavors el va sentir; aquell so, fi i suau, el solo delicat que estava destinat a conmoure al públic d’aquella nit, que a mesura que anava avançant esdevenia una melodia trista i espasmòdica. La seva textura fràgil el feia estremir amb delit, però també li despertava el seu instint protector, que l’hauria impulsat, si hagués pogut, a abraçar-la, besar-li el front, dir-li que tot estava bé...
Però tots dos sabien que hauria sigut mentida.
I, sabent que tot i que la tenia al costat estaven més allunyats del que mai havien estat, es va consolar escoltant la petita sonata que ella li oferia involuntàriament, deixant que les notes penetressin al seu cos i li llisquessin per les venes fins a omplir-li el cor.
Era música, va tornar a pensar, mentre sentia com imperceptiblement el volum anava baixant fins a esdevenir res més que un eco llunyà, que finalment es va apagar.
Era música.

divendres, 11 de juny del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Capítulo 4 (V)

El chico suicida miraba a Alexander fijamente, suplicando con la mirada. El mensaje era obvio: que dijera que sí. Lo que no sabía eran las consecuencias que podía acarrearle esa respuesta. Di que no, volvió a atacar su subconsciente. En suficientes líos te metes ya, no necesitas más.
Al también inspeccionó al joven por el rabillo del ojo, disimuladamente. Unos diecinueve años. Alto. Moreno. Guapo. Muy guapo.
-¿Oye? ¿Le conoces o no? – el hombre estaba ya perdiendo la paciencia.
No, dijo la voz interior de Al.
- Sí - dijo Al.
Imbécil salido.
- Muy bien, pues. Puedes hacerle compañía un rato. Si quieres, incluso puedes acompañarle a la comisaría – sentenció, y con una risa sardónica, se alejó.
- ¿No van a acusarme de cómplice o algo así, no? – saltó Al en el momento en que perdió de vista al Rey Gorila.
El otro chico negó con la cabeza.
- Qué va. Y si me haces el favor de prestarme tu móvil un momento, incluso yo voy a poder librarme de esta.
Al lo miró con desconfianza.
- ¿Por qué debería dejártelo?
- Por favor – susurró el chico, mordiéndose el labio.- Sólo será para mandar un mensaje… Tengo que aclarar este malentendido.
Tenía los ojos marrones. Y brillantes. Y el pelo como ese actor de la serie que mira Baby…
-Sí, vale, de acuerdo – Al interrumpió sus propios pensamientos, que se perdían por los senderos del laberinto de su mente. - ¿Entonces, esto no es lo que parece? – preguntó mientras le entregaba el móvil.
El chico lo recogió, agradecido, y empezó a escribir velozmente mientras hablaba:
- Más o menos… Verás, yo sólo quería subirme a la barandilla para practicar, porque estaba con el ánimo ideal, pero unas jubiladas que paseaban me han visto, han creído que quería matarme, y la situación ha ido degenerando.
- Ah –respondió Al, que no había entendido nada. ¿Practicar? A lo mejor era senderista.
- Bien, gracias – anunció el chico devolviéndole el móvil.- Me has ayudado mucho, en serio.
- Ha sido un placer –alargó la mano para coger el teléfono, pero notó como el joven de repente lo tenía fuertemente agarrado. Confuso, levantó la cabeza para preguntar qué diablos sucedía, pero se encontró con la mirada del otro clavado en él. – Oye, ¿pasa algo?
- Alexander – dijo, de repente en un tono más pausado. Al ni siquiera se preguntó cómo sabía cómo se llamaba; su móvil tenía varias pegatinas en él, entre las cuales figuraba una con su nombre.
- ¿Sí?
- ¿Tienes novia?
Vale, la pregunta lo había descolocado. Intentó hacer memoria: ¿tenía algún mensaje comprometedor que no hubiese borrado? Mierda, sí, todavía guardaba los de las últimas semanas…
- No - contestó finalmente. Sabía por dónde irían los tiros. O es un radical de la hostia, o me está tirando los trastos. Ojalá fuera la segunda.
- ¿Y novio?
- Tampoco.
- Entonces… ¿no te importará que aproveche ahora y apunte mi número en tu agenda, verdad?
- No - ¿Qué si no le importaba? ¡Claro que lo hacía! Casi se podría haber puesto a saltar de alegría.
- Genial, entonces –pero no pudo añadir nada más porque en ese momento llegó el coche de policía, y se lo llevaron preso. Al lo siguió con la mirada durante todo el rato, e incluso le saludó tímidamente cuando el coche arrancó, dejándolo a él sólo en medio de esa ancha avenida…


- Vale, ahora en serio. ¿Te has colgado de un suicida que te ha pedido el móvil?
- Hombre… dicho así suena peor de lo que en realidad es. Y no me he colgado de nadie, que conste, ¿eh?
Nick sacudió la cabeza, incrédulo.
- Estás como diez rebaños de cabras.
Al le hizo una mueca.
- Aprovecho la vida, que es diferente. Quizás esta tarde le llame…
- Ya, sí. Para alegrarle su estancia en la comisaría. ¿Sabes cómo se llama al menos, no?
Al le mostró su agenda de teléfonos. Un nombre parpadeaba, grande, en la pantalla.
- Max –dijo, y suspiró mirando al infinito.
Nick también soltó un suspiro, pero el suyo se asemejó más a un bufido.
- Cómo una chota, ya lo decía yo.
- Cállate, Nicky-Pincky. No hay para tanto.
- Tienes razón, podría haber sido mucho peor. Podrían haber sido los bombarderos rusos.

dimarts, 8 de juny del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Capítulo 4 (IV)

Alexander Hummingbird se quedó contemplando con desolación como el coche en el que iba montada la enana traidora de su hermana desaparecía entre las calles demasiado transitadas de Backshead. La muy cerda había subido al coche tranquilamente, sin mirarlo, aun sabiendo que lo estaba abandonando a un retraso seguro. De hecho, era lo mismo que había hecho su madre unos minutos antes. Qué familia más cruel era la suya.
- Lo siento, Al, pero en el coche sólo hay plaza para uno. ¿Lo entiendes, verdad? –le había dicho Baby muy sonriente des de la ventanilla, y el vehículo había arrancado.

Al le había levantado el dedo del corazón mostrándole todo su amor fraternal. Cuando se convenció que ya no volverían a buscarle, se había puesto a meditar cual era la ruta de llegada al St. Puff más rápida.
Estaba justo en el límite dónde se terminaba el enorme complejo de Waterfall y empezaba Backshead con todo su esplendor, una zona que él no conocía demasiado. Para ir al instituto la cruzaba en coche, y como la casa de Nick y Doris hacia otra dirección, nunca se había visto obligado a recorrerla a pie.
Examinó la calle.
Era una amplia avenida con varios bloques de edificios pintados de un color crema suave, con árboles plantados sendos lados de la acera. No había demasiado tránsito; apenas un par de coches circulaban pausadamente. A un lado, una aglomeración de gente se apiñaba contra una pared, mirando al cielo. De ellos provenían exclamaciones diversas, que iban desde el ‘¿Qué pasa?’ hasta el ‘¡Que alguien llame a la policía!’.
Nada realmente interesante.
Se miró las deportivas, absorto, mientras intentaba idear una excusa lo suficientemente buena como para que la profesora…
¡Un momento! ¡¿Policía?!
Se acercó rápidamente al montón, con la cabeza a diez mil por hora. Es decir, era normal que la policía tuviese que operar en Backshead, pero ¿por qué la gente miraba al cielo?
‘Sabía que esto pasaría’ se dijo Al a sí mismo, hallando la respuesta, ‘hemos entrado en la Tercera Guerra Mundial y Russia viene a hacernos mierda con su última versión de bomba atómica’.
Pero no, lo que la gente miraba no eran bombarderos. Ni siquiera era el cielo.
En el noveno piso del edificio, en uno de los balcones de cristal que sobresalían, un joven parecía dispuesto a tirarse para acabar con su, probablemente miserable, vida. La gente clamaba que lo pensara dos veces, que lo que estaba a punto de hacer era algo irrevocable, que se iba a arruinar la vida, y una larga lista de etcéteras. Incluso había un mediador con un megáfono intentando establecer contacto con él, y hacia unos instantes acababa de llegar un camión de bomberos que había empezado a montar el equipo de socorro. Pero el chico no parecía muy dispuesto a escuchar.
- Váyanse, en serio, no tienen de qué preocuparse…-les iba gritando él.

En esto Alexander estaba de acuerdo. Tampoco compartía el morbo de ver como alguien se revienta la cabeza contra el pavimento. Empezó a andar en dirección contraria cuando el hombre el megáfono empezó a hablar de nuevo:
- Pero chico, piensa en tus padres, en tus hermanos, en tu novia…
- ¡Que se largue! – chilló el joven, visiblemente fuera de sus casillas- Y ustedes, no es necesario que suban…- añadió en cuanto los bomberos, con rostros pétreos, empezaron subir un la escalera para alcanzarlo.
Al se quedó quieto a un lado de la calle. Pensándolo mejor, quizás esto terminaría siendo algo divertido de ver. Con un gesto travieso, sacó su móvil de última generación y empezó a grabar la escena.
Los bomberos habían agarrado al chico por la fuerza y lo bajaban prácticamente a rastras, y él finalmente había optado para dejarse hacer dócilmente. Al suelo, la mayoría de la congregación suspiraba aliviada de que todo hubiera terminado bien, y empezó a dispersarse a los pocos segundos bajo las órdenes del que parecía el jefe de bomberos, en cuando estos consiguieron llevar al suicida sano y salvo hasta el camión y lo cubrieron con un par de mantas. El chico hizo un gesto de hastío.
‘Frustración post-mortem’, se dijo Al a sí mismo, y empezó a reír de su propia ocurrencia.
- ¡Eh, tú, chaval! –uno de los bomberos le increpó mientras se le acercaba con cara de malas uvas. Al se dejó de reír de golpe.- ¡Esto no es ningún espectáculo! ¡Venga, apaga ese móvil y vete!
Alexander asintió enfáticamente, y se apresuró a cumplir órdenes. Ese hombre medía al menos dos metros. Dio media vuelta, recordando repentinamente que tenía una clase a la que asistir, cuando notó una mano enorme sobre su hombro. Era el bombero.
- Espera – le dijo con voz de ultratumba. - ¡Soy menor! –exclamó él como acto reflejo.- ¡Si me haces algo te pasarás media vida en la cárcel!
El hombre lo miró con extrañeza, y sacudió la cabeza, mientras señalaba un punto de detrás suyo con el pulgar.
- Ese chico me ha dicho que te conoce. Ve un momento con él mientras viene la policía.
Al lo miró sin comprender, siguiendo con la mirada el lugar dónde le indicaba King-Kong. Se refería al suicida.
Antes de poder decirle que él no había visto a ese espécimen en su vida, el hombretón ya lo había agarrado por el brazo y lo arrastraba hacia el camión. Díselo, le dijo su voz interior a Al. Dile que tú no le conoces.
En vez de eso, lo único que salió de su boca fue:
- ¿Va a venir la policía?
El hombre asintió.
- En este estado, el suicidio es un delito. La pena es que en la mayoría de los casos no se puede castigar a los culpables.
Y con un último empujón lo plantó delante el joven.
- ¿Es amigo tuyo?- le inquirió el bombero.

dissabte, 5 de juny del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Capítulo 4 (III)

Media hora más tarde, a Nicholas Pink y a Alexander Hummingbird les seria comunicado que a las seis tenían que ir a cierta cafetería, porque Mary Sue, la nueva mejor amiga de Doris, les había propuesto de quedar. Los ruegos y las súplicas no se admitían. Y que ni se les ocurriera desaparecer, o por lo contrario iban a sufrir como cerdo en asador, palabras textuales. Obviamente, Phyns también se enteró, gracias a la eficacia del micrófono que llevaba Nick, y sufrió tal ataque de rabia que se revolcó por el suelo en una de sus rabietas mientras se mordía sus snakefangs.
Después de darles tan terrible noticia, Doris se había vuelto a clase tranquilamente, dejando a los dos chicos afuera, ya que habían llegado una vez la verja ya estaba cerrada.
Nick se encontraba en un estado de shock un poco menor al de ayer, que casi se había cobrado su vida, que le provocaba que se abrazara a sus rodillas y se tambaleara adelante y hacia atrás siguiendo una cadencia que sólo él podía oír. Estaba bastante pálido, e iba murmurando “me persigue, ella me persigue…”
Alexander se preguntó si debía de darle un par de puñetazos para hacerle reaccionar. Al final decidió que no, que la violencia no era la forma de solucionar las cosas, pero su mano no lo obedeció y en breves instantes Nick estaba empotrado a la pared mirándolo con los ojos muy abiertos.
- Lo siento, tío –se disculpó Al.- Dabas grima…
- No importa –murmuró Nick, frotándose la mejilla.- Has hecho bien.
Alexander asintió.
- Tampoco es tan horrible –añadió Nick.- Sólo tengo que intentar sobrevivir un par de horas más… Y con el adicional de que no estarán mis compañeros de clase.
- Y además estaremos nosotros para protegerte. Lo digo por si se le ocurre encerrarse contigo en el baño para abusar de ti o algo semejante…
- ¿La crees capaz de hacer algo así?
- ¿Tú no?
Nick lo meditó.
- Tienes razón… Será mejor no tentar a la suerte.
- Siéntate lo más lejos de ella.
- Eso no la va a detener.
- Confiamos que nos sirvan cuchillos.
- ¿Almuerzo con cuchillos?
- Pide tarta.
- ¡Y una mierda! ¿Sabes lo cara que es?
- Pues entonces no te quejes cuando te secuestre.
- Tú y Doris me protegeréis… ¿verdad?
- Yo tengo mi principio de no-violencia.
- Pues para tener un principio de ‘no violencia’ pegas con mala leche.
- Pídele a Doris que le meta una paliza si se acerca a ti.
- No creo… Ya has visto como la ha sobornado con eso de la serie. ¡Le brillaban los ojos de una forma horripilante!
- Ah, sí, se me olvidaba que encima vamos a tener que aguantar a una panda de celebrities pijos y famosos.
- Pijos como tú.
- Pero yo no soy famoso.
- Tienes razón.

Ambos restaron en silencio un rato. Todavía faltaban veinte minutos para que empezara la siguiente clase.
- Y…-empezó Nick, buscando cambiar de tema.- ¿Cómo es que has llegado tarde? ¿Acaso tu madre no te trae en coche?
- Sí, bueno, pero se caló en medio la carretera y tuve que venir andando con Baby. Somos ricos, pero modestos –anunció Al con dignidad.
- Pues ella ha llegado a la hora, ¿no?
- Se encontró con una amiga y la trajo hasta aquí.
- ¿Y te dejaron en medio la calle abandonado?
- Mi vida es dura –de repente, Alexander se acordó de lo que tenía que contarle a Nick y que por culpa del incidente con Doris (y Mary Sue) no había tenido ocasión de explicarle. - ¿Sabes qué? Hoy he conocido a mi futuro novio.
Nick emitió un breve monosílabo inteligible y, cerrando los ojos, apoyó la cabeza contra el muro. Acto seguido los volvió a abrir y miró a su amigo con estupefacción.
- ¿Que qué? – chilló. – Es decir… ¿cómo? Digo, ¿Cuándo? Si no somos ni las diez de la mañana…
Al miró a su amigo con infinita compasión. Doris tenía razón, era un poquito estúpido.
- Pues mientras venía andando. ¿Cómo va a ser si no, malandrín?
- ¡Y yo qué sé! ¡Estamos hablando de ti!
- Fingiré no haber oído eso último, y te empezaré a contar mi increíble historia de amor…
- ¿Vas a tener un flashback?
- ¿Vas a seguir jodiendo o puedo continuar?
- No, no, adelante, flashbackea.

dijous, 3 de juny del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Capítulo 4 (II)

Mary Sue había decidido, después de largas horas de calibraciones y muñecas voladoras, que lo mejor que podía hacer para acercarse a Nick, y ya de paso obtener algo de información, era empezar a llevarse bien con sus mejores amigos. Y, casualmente, había oído parte de la conversación anterior, descubriendo que Doris era fan de Lirios en Diciembre, cosa que le había dado una ligera idea de cómo hacer que la chica se pusiera de su parte.
Pero todo a su tiempo, se dijo. Primero era mejor andarse con rodeos.
- ¿Has visto a Nick hoy? – le preguntó, muy sonriente.
- No, ni ganas. Supongo que llegará tarde, para variar –respondió Doris, con terquedad. No entendía hasta dónde quería llegar Mary Sue.
- Vaya. ¿Y a Alexander?
- Tampoco. Quizás se haya caído por una zanja viniendo hacia aquí –Al solía llegar temprano, recordó Doris mientras sacaba un paquete de gominolas y empezaba a devorarlas. Tenían forma de gatito, y ella disfrutaba arrancándoles la cabeza antes de comerse al resto del cuerpo.
La mirada de Mary Sue se volvió extrañamente brillante.
- ¿Estás preocupada por él?
A Doris casi le salieron los gatitos por la nariz.
- ¿¡Qué!? Es decir, ¡¡no!!
Mary Sue la miró emocionada.
- ¿Hay algo entre tú y Al?
Los ojos de Doris no reflejaron nada, pero dentro de su cabeza estaba teniendo lugar una compleja ecuación: la velocidad a la que alcanzara el extintor de la pared era directamente proporcional al tiempo que tendría la Princesita para huir antes de que Doris se lo estampara en la cabeza, e inversamente proporcional al margen de maniobra que le quedaría para lanzárselo y marcharse corriendo mientras se tapaba la cara con la camiseta.
Su mirada topó con el único extintor del pasillo, a unos diez metros de dónde se encontraban conversando. Mala suerte.
- Odio. Puro odio –respondió finalmente, dejando su plan homicida para otro día.
- Ah – ¿Eran imaginaciones suyas, o Mary Sue parecía ligeramente decepcionada? De todas formas, se repuso rápidamente. - ¡Cómo sea! ¿Qué te parece si esta tarde quedamos todos para ir a tomar algo?
Doris lo pensó uno coma seis nanosegundos.
- No.
- ¡Invito yo!
- Que no.
Mary Sue frunció el ceño, pero sólo un poquito, lo suficiente porque su dulce rostro no se viera excesivamente perjudicado. Se había acabado andarse con rositas.
- Pues es una pena que no quieras hacer nada, porque conozco a un local muy bueno… Y además, había pensado en invitar a mis amigos de Rosefield, para que os conocieran. ¡Les he hablado mucho de vosotros!
- ¿Tú no venías de París?
- Oui, claro, pero no fui a parar aquí directamente –le anunció con una risita.- Antes estuve un tiempo viviendo en Rosefield. Ay, es un lugar tan bonito…
Ciertamente, lo era. Rosefield era la ciudad vecina de Backshead, y era un lugar acogedor y limpio, con tasas de delincuencia más bien tirando a bajas e instituciones decentes. Era por eso que la mayoría de edificios importantes y centros sociales estaban situados en Rosefield. A los habitantes de Backshead no les importaba demasiado, ya que sólo les quedaba entre diez y quince minutos de distancia.
- Pues es una pena, porque estoy segura que tenías un montón de amigos ahí –dijo Doris intentando sonar sarcástica, pero al recordar que la mayoría de chicos babeaban por Mary Sue se dio cuenta que probablemente esa era la realidad.- Pero no vamos a venir. Bueno, si quieres, secuestra a Nick, pero eso ya es asunto tuyo.
- Sí –siguió Mary Sue como si no la hubiera oído.- Además, la mayoría de mis amigos trabajaban mucho, pero siempre encontraban un rato para estar conmigo. Por eso los quiero tanto…
- ¿Trabajaban mucho? – Doris sabía que Rosefield era una ciudad de pijos. ¿Cómo iban los estudiantes a trabajar, si la mayoría eran mantenidos por sus padres?
- Ahá. Ya sabes, modelos, actores juveniles… Como había un estudio cerca, a la mayoría les fichaban para series, sesiones de fotos o programas. A mí misma me propusieron hacer un par de películas, oferta que tuve que declinar porque…
Pero Doris ya no escuchaba. Su mente repetía una sola frase una y otra vez.
- ¿Has dicho… actores?
- ¡Oui! La mayoría estaban en una serie llamada… ¡Ay! ¡Qué tonta! ¡Ahora no me acuerdo del nombre! Era algo de unas flores… y diciembre, ¡sí!
KILLER MODE-OFF
Doris se quedó mirando un punto fijo del pasillo, intentando asimilar la información, mientras Mary Sue se alejaba con una sonrisa de oreja a oreja y el móvil en la mano. “Ya falta poco, mi querido Nicky”, pensó sonrojándose.
El teléfono dejó de dar pitidos, y una voz medio adormilada respondió des de la otra línea.
- Hola, chèrie, soy yo. ¿Te acuerdas del favor que me debes? Pues escucha con atención…