diumenge, 15 d’agost del 2010

Highschool Bizarre ChroniclesCapítulo 5 (I)



CAPÍTULO 5

“¡Oh amor poderoso! ¡Que a veces hace de una bestia un hombre,
y otras, de un hombre una bestia!”




- A la mierda Shakespeare.

Jim Brewster, uno de los pocos clientes que había en El Cerdo Misógino, un pequeño y acogedor local situado cerca de los únicos jardines en todo Backshead, giró la cabeza para mirar aquella inquietante criatura que había sentada a la mesa de al lado. Llevaba una larga gabardina negra, gafas de sol y una boina, también negra, que no llegaba a cubrirle una mata de pelo rosa que, tal cual cabellera de león, le salía a lado y lado. Delante suyo había sentadas dos chicas, completamente en silencio, con las miradas clavadas en la mesa; ambas vestían también de negro, y llevaban sendas gafas. Las malas vibraciones que desprendían rompían al instante el encanto de esa pequeña cafetería.
Si sólo fuera su aspecto el problema, Jim habría podido ignorarlas fácilmente, pero el quid de la cuestión radicaba en que desde el momento en que habían entrado por la puerta de vidrio y madera, la chica del pelo rosa no había parado de gritar y maldecir. No es necesario decir que la camarera, una mujer de aspecto delicado y pusilánime, ni siquiera se había atrevido a pedirles que bajaran un poco la voz.
En ese momento, esa energúmena se encontraba agitando un libro, que parecía ser Romeo y Julieta, mientras se dedicaba a despotricar contra su autor.
- En serio, que se vaya a petar monos. Dice que lo de sus obras es amor, ¡pero en realidad no tiene ni idea! Romeo es un media mierda, y Julieta, una pava insoportable. Los podría haber matado a la primera página y ahorrar el sufrimiento a sus lectores, ¡joder!

Jim Brewster se giró molesto, decidido esta vez a endosarle una réplica mordaz. Había dedicado gran parte de su vida al estudio de la obra de Shakespeare y no iba a permitir que su ídolo literario fuera menospreciado de esa forma, y menos por una niña que se pintaba como un mapache. Incluso ya había empezado a formar un discurso en su mente sobre cómo defender al autor inglés, pero cuando abrió la boca para soltarlo, se encontró con los rostros fríos y inexpresivos de las dos chicas que acompañaban a esa gamberra.
- Perdone a nuestra jefa –dijo una de ellas, la de la izquierda, aunque Jim se percató de que eran prácticamente iguales.- Últimamente no se encuentra muy bien.
Era cierto. La chica-mapache había empezado a llorar a cántaros sobre la mesa, y lagrimones negros surcaban sus mejillas por debajo de las gafas oscuras.
- Problemas amorosos –añadió la de la derecha.
Jim Brewster asintió, repentinamente comprensivo. Entonces, era eso. Pobrecita.
- ¡Y es que además tiene las agallas de llamarlo ‘amor verdadero’! –sollozó la líder mientras agarraba una servilleta y se mocaba ruidosamente.
- Su chico ha quedado con otra –le explicó la gemela izquierda.
- Y eso no le ha sentado muy bien a la pobre – la derecha volvió a intervenir.
- ¡¡El amor verdadero es un producto inventado por Hollywood para lavarnos el cerebro!!
- Está bastante destrozada.
- Así que disculpe las molestias, e intente comprender.
- Nicky…. Mi pequeño Nicky… ¡¿Qué te han hecho?! Ya sé que tú no querrías quedar con esa pelandrusca… Te han obligado fuerzas mayores…

Jim las miró un momento, indeciso, y finalmente se volvió hacia su mesa y se concentró en su café. Definitivamente, los jóvenes de hoy en día eran completamente diferentes de lo que había sido él.

En la mesa de al lado, Phyns, ahora sin las gafas, había empezado a dibujar calaveras negras a la portada del libro para distraerse, y de vez en cuando todavía sufría algún espasmo debido a su reciente llanto. Bajo la atenta mirada de Emily y Evelyn empezó a practicar algunos ejercicios de relajación: tomó aire por un agujero de la nariz, tapando el contrario, y lo liberó por el otro, invirtiendo el proceso. Después de varias veces, empezó a notar como su pulso se relajaba y su línea de pensamiento se estabilizaba el máximo posible.
Bien, eso era lo que necesitaba. Estar completamente relajada para cuando llegara Nick con Mary Sue. No quería traicionarse a sí misma y delatar su presencia.
- ¿Seguro que dijo a las seis? – preguntó a Emily, la encargada de las escuchas.
- Sí señora. Querían ir a sus casas a dejar las mochilas.
- Pues son las seis y cuarto y aquí todavía no hay nadie…
- Se habrán retrasado. Todas sabemos que el señor Nicholas es de todo menos puntual.
- ¡No es impuntual! –chilló Phyns. -¡Él es perfecto! ¡Es el resto del mundo el que va demasiado avanzado!
- Tiene razón, señora –apuntó Evelyn.
- Y por cierto –prosiguió Phyns.- Cuando lleguen, sobra decir que no quiero ningún movimiento que rebele nuestra posición. Tenemos que pasar inadvertidas. Por algo nos hemos saltado la última hora de clases: para camuflarnos en el ambiente.
- Como usted mande, señora –corearon las hermanas Nightfall.

Jim Brewster empezó a inquietarse. Las chicas de al lado eran realmente unas psicópatas. Al menos la del pelo rosa. Y las gemelas… había algo en su perenne frialdad que le hacía entrar escalofríos. Había hecho bien de no llegar a decirles nada, decidió, mientras se tomaba el último sorbo de su capuccino.

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