diumenge, 22 d’agost del 2010

6. Crim

Crimen.
(Del lat. crimen).
1. m. Delito grave.

Nélida estaba bastante segura que sus acciones no podían llegar a considerarse un delito grave. No era nada por lo que pudieran encarcelarla; ni siquiera llevarla a un juzgado. No había ninguna ley en contra, y sin embargo, era consciente de que si su secreto era descubierto, nunca nadie volvería a mirarla del mismo modo. ¿Confusión? ¿Repugnancia? ¿Miedo?
Pero esos sentimientos eran ahora nombres vacíos, sin sentido. Simplemente letras, una detrás de otra, en orden, para dar una determinada información. Nada más.
Su cuerpo en aquél instante se hallaba lejos, muy lejos de ese abismo negativo. Sumergida en un calorcito placentero, se limitaba a acariciar los labios de Bruno con los suyos, amándole la boca, besándose derramando mares.
Era el Paraíso.
Un Paraíso condenado.

3. m. Acción voluntaria de matar o herir gravemente a alguien.

No querían herir a nadie, pero ambos sabían que tarde o temprano surgirían problemas, y ellos, aquellos a quienes en el fondo debían todo, serían los peor parados. Entonces, entraban en arenas movedizas. ¿Era lo suyo realmente un crimen?

2. m. Acción indebida o reprensible.

En cuanto se habían conocido, se habían odiado. No es algo muy original, ya que aproximadamente la mitad de los romances empiezan así, pero es un hecho. La vida diaria no es un cuento que debe ser original y rompedor. La vida real es sosa y repetitiva hasta decir basta. O al menos, eso creía Nélida. Igual que lo hacía Bruno. Hasta que se encontraron.

Sería falso afirmar que Nélida sufrió en exceso por la muerte de su madre. De hecho, ni llegó a conocerla de verdad; su padre le había contado que un cáncer se la había llevado cuando apenas empezaban a disfrutar de ser padres. No le había dicho mucho más, ya que no le gustaba hablar de ese tema, pero gracias a un tío mórbido se había enterado de que había sido ella, una niña de apenas dos años, quién había encontrado el cuerpo tumbado en el sofá, en una última siesta. De eso, Nélida no se acordaba, y se había culpado varias veces por olvidar algo tan relevante, pero no era algo que le quitara el sueño. Había sucedido, y ya. Era algo triste, y tenía que aprender a convivir con ello.
Pero extrañamente no aplicaba la misma filosofía con su padre; por eso no pudo perdonarlo cuando, con una sonrisa algo forzada y sin mirarla a los ojos, le anunció que había encontrado otra mujer con la cual rehacer su vida. Una mujer que iba a vivir con ellos, y que tenía dos hijos. Claro que no iba a ser de repente, sino algo gradual, para que te acostumbres, cariño. Sé que esto es algo bastante duro para ti, pero entiende que yo también tengo derecho a seguir viviendo.
No lo entendió.

Bruno. Nélida había detestado cada una de las letras de su nombre, cada rasgo de de su rostro, cada objeto perteneciente a él. Lo sentía como un invasor dentro de su morada, su espacio vital. Con su hermano, el pequeño Guille, le sucedía lo mismo, pero no era tan exagerado porque el chaval apenas tenía trece años y se pasaba el día delante el televisor, matando bichos de tres cabezas dentro de la Play Station. Lo bueno es que el sentimiento era recíproco, porque en breve los Rabel se dieron cuenta de que no eran bienvenidos.
Los tres reaccionaron de formas distintas; la madre, intentando acercarse a esa chica tan silenciosa que siempre les contemplaba con los ojos de hielo. Le hablaba de cualquier tontería, detalles anecdóticos, lo que fuera por no sentir en el silencio el rechazo de su hijastra. Guille se encogió de hombros, y decidió que si no podía ser no era. Total, a él le importaba un pepino esa niña. Y Bruno se dedicó a devolverle todas y cada una de las miradas cortantes y las frases hirientes, pinchándose a la mínima ocasión, hasta el punto de que la tensión entre ambos era tan palpable que los progenitores decidieron intervenir: Nélida se llevó lo que más adelante denominó como ‘El Típico Rollo Autocompasivo’, en el cual su padre le pidió que dejara de ser tan egoísta y le permitiera tener una familia otra vez. Ella se tuvo que tragar las palabras que pugnaban por salir: "¿Acaso tú y yo no éramos una familia?"

Más adelante supo que su madrastra había insinuado a Bruno que si tantos problemas le causaba vivir en su nueva casa, que se buscara una, que ya era bastante mayorcito para mostrar ese comportamiento tan infantil. ¿Dónde se ha visto? Veinte años y todavía actuando como un crío.

Así que sustituyeron los breves insultos por silencios prolongados en los que buscaban desesperadamente ignorarse el uno a la otra. Fracasaron. La presencia del otro se hacía más notoria día tras día, semana tras semana. Y finalmente un día no aguantaron más. Sus padres, o a los que debían llamar así, habían salido a hacer unas compras llevándose a Guille con ellos, ocasión que aprovecharon Nélida y Bruno para desahogarse.
Se dijeron de todo; intentaron hacerse daño. No pudieron. El fuego que había entre ellos ardía, pero no en la dirección que deseaban, y antes de que el reloj diera las seis, ya estaban comiéndose a besos sobre el mullido sofá, haciendo el amor sobre el mismo, él tan moreno y ella tan pálida, sin llegar a decirse esas dos jodidas palabras básicamente por orgullo. Y por miedo a la derrota; ninguno quería admitir que había caído ante el otro.

- Te quiero. Te quiero. Te quiero. ¿Suena muy cursi?
- Sí.
- Ya. Te quiero.

Aunque eso fue sólo el principio. Habían pasado meses desde entonces; días y días solos, en casa, dedicándose a hablar sobre lo vivido e incluso lo que les quedaba por vivir. Hacían el amor, y hacían planes sobre lo que harían cuando Nélida cumpliese los dieciocho el próximo febrero. Se irían a vivir juntos, dónde nadie los conociera, dónde no tuvieran que esconderse.
Dónde lo suyo no fuera un crimen.


Nélida sonrió suavemente cuando sintió como Bruno le recogía el pelo detrás de la oreja y le besaba la mejilla. Era amor. Lo sabía, y aún así, su mente volvió al diccionario.

2. m. Acción indebida o reprensible.


La puerta de la habitación se abrió sorpresivamente, quitándoles todo margen de reacción. Sus padres aparecieron tras ella, encontrándose con sus hijos completamente desnudos, uno en brazos del otro.

Y sólo una palabra salió de sus labios.

crimen
(Del lat. crimen)

dijous, 19 d’agost del 2010

19. Manicomi.

Avís: No fixar-se en les errates. Aquest text ha sigut escrit en aproximadament 20 minuts xD

________________________________________________


Hi havia una vegada un noi. Aquest noi era feliç cantant al karaoke, o jugant amb cotxes teledirigits amb els seus amics. Però un dia la pau i l’alegria se li van acabar: un exèrcit de tres mil guerrillers va envair el seu poble, i ell va haver de fugir, aprofitant que els seu conillet de peluix es va sacrificar per distreure l’atenció dels soldats. Va còrrer i còrrer, fins que les cames li feien mal. Tenia gana, fred, el cap li rodava... es trobava fatal. Entre els arbres, podia apreciar que ja s’havia fet de nit. I el bosc era perillós de nit. “Possiblement aquesta serà la meva última nit”

Però el destí és capritxós, i va voler que en aquell moment es fixés en una tènue llumeta. Una foguera. I el foc volia dir gent. I menjar. Esperançat, va acostar-s’hi, però... allà només hi havia les ruïnes d’un poble. Resignat, va asseure’s a porp de la foguera, per escalfar-se una mica i passar la nit calentó, però alguna cosa no li deixà dormir. O més ben dit, algú. En obrir els ulls, es trobà amb un altre parell que l’esguerdaven, silenciosos. Estaven emmarcats per dues quasi invisibles celles (mal depilades) i a sota, dues galtes xuclades i plenes d’arrugues. No hi havia dubte possible...

- La bruixa Avorrida!!

- Calla nen! –l’àvia el fulminà amb la mirada- Com em pots confondre amb una bruixota?! – definitivament, no li havia fet gens de gràcia.- Confondre una dona jove i bella com jo amb una vella endimoniada! Com puja el jovent d’avui dia!!

Hi havia alguns punts que es podien discutir, però aquell no era el moment. Amb compte de no ferir els sentiments de la “dona jove i bonica”, li demanà disculpes i li preguntà què hi feia en aquell poblet abandonat. La resposta no es féu esperar.

- El mateix et podria pregunta jo a tu, xato. Però bé, la veritat és que estic aquí refugiada perquè en Mickey Mouse va devorar la meva família, i jo en vaig poder fugir. Ara em dedico a la venta il•legal de Rolex d’imitació. –i, obrint-se l’anorac, n’hi mostrà més de quaranta models- En vols un? Són baratets.

No, el que necessitava no era un rellotge. Era alguna cosa per menjar, i urgentment.

I de cop, com si es tractés d’una il•luminació, ho va veure. Dincs un cistell (que fins ara havia passat desapercebut) en sortia una punta del que semblava... una pera? Eureka! Estava salvat! Va precipitar-s’hi i, d’una sola queixalada, se la va menjar tota. De fons, li va semblar sentir els crits de la vella, però no hi va parar massa atenció, ja que en aquell moment va perdre la consiència.


L’escalfor del sol sobre la seva pell el va despertar. Què havia passat? Ah, si, ja ho recordava. Els guerrillers, la fugida, el peluix, la vella, el Mickey Mouse... tot formava un remolí de records dins la seva ment.

En aixecar-se, va notar un petit pes a les butxaques de la seva caçadora de marca. Va posar-hi la mà, i va treure’n una llimona i una poma. Com havien anat a parar allà era un gran misteri, però... en aquest conte, hi ha alguna cosa que tingui sentit?

Amb compte, examinà el lloc on es trobava. No sabia a quin lloc era, però sens dubte que al poble abandonat de la nit anterior, no. Allà hi havia... edificis? Torres de Telefònica? Corte Inglés? Putes? Zones blaves? Borratxos als bancs?

Sí, estava en una ciutat. I en una de bastant grossa, per cert.

Grans gratacels s’alçaven al cel com gegants. La gent caminava atrefagava per les grans avingudes. Els cotxes corrien d’un lloc a l’altre. I, davant seu, hi havia un gran edifici amb rètols de neó. Amb un gran somriure s’hi va encaminar.

Mitja hora després va sortir de la multinacional amb un somriure d’orella a orella, tot recordant l’entrevista que li havia proporcionat feina.

A l’altra banda de la taula un home amb ulleres i posat seriós l’esguardava.

- Ha treballat mai abans en aquesta empresa?

- No.

- I en alguna altra multinacional?

- No.

- Té experiència laboral?

- L’any passat treballava com a exhibicionista.

- I el certificat conforme és major d’edat i s’ha tret l’ensenyament secundari?

- Sóc menor, i fa tres anys que no vaig a l’escola.

- Genial!- l’home va plorar emocionat- vostè és la persona que estàvem buscant! Està contractat!


De fet, no li havia costat gens ni mica. No entenia la gent que deia que el món laboral estava tan malament.



Uns dies després, tot seguia igual. La feina a la multinacional semblava feta a mida per a ell. I amb els diners de la bestreta, s’havia comprat un sac de dormir reversible i una tenda de campanya. Les nits que no hi havia pluja, dormia com un rei.

I un dia, sortint de la seva tenda, es va trobar amb un sobre lacrat de color rosa amb lletres daurades. Comprovant que no es tractava d’una equivocació, ja que portava el seu nom escrit, va obrir el sobre. Allò era estrany, molt estrany. Qui li podia escriure? Tan bon punt va treure el paperet de dins, va tenir la resposta.

Una festa, interessant. I per què el convidaven a ell? Allà hi posava que el motiu de l’invitació era per ser el “millor treballador del mes”. En fi. Ara tenia un gran problema: no tenia diners, i tampoc tenia roba; fins ara havia passat amb un sac de farina. Però allò canviaria, oi tant que sí!



Els convidats anaven i venien. Els homes lluien cars smòquings i les dones, vestits ben engarlantats. Xerraven entre ells, fent gala de les seves riqueses i possessions. Però, sobretot, comentaven la presència d’un estrany individu vestit d’ànec gegant que caminava amunt i avall, menjant-se tots els canapès que trobava al seu pas. A part d’això, la festa va transcòrrer normalment.

Eren cap allà les dotze de la nit, i el nostre protagonista, vestit amb una adorable disfressa... d’ànec? Doncs no! Aquell era un cambrer! El nostre heroi anava amb un conjunt de conillet rosa molt bufó. El conillet s’escapà al jardí, cansat de tants colors i tanta música. Es recolzà a la paret, i va esperar que fos l’hora indicada per marxar. Amb aquestes que, de cop, li va roncar la panxa, retreient-li que encara no hagués menjat res. D’una butxaca interior, va treure una altra de les fruites que aquell dia li havia, en certa manera, robat, a la velleta. Una poma i una llimona. “Hm... les llimones són amargues. Prefereixo les pomes, que són més dolces”. Dit i fet. En un moment, la poma havia desaparegut. En donà un parell de cops sobre l’estómac, satisfet, i quan es disposava a tornar cap a casa seva, unes estranyes arcades l’envaires, obligant-lo a anar corrents al bany més pròxim, ja que vomitar sobre el terra d’un jardí com aquell hauria sigut un sacrilegi.

Quan va sortir del bany ni ell mateix es reconeixia... pel simple motiu que ja no era “ell”. O, si més no, la seva roba no era molt “masculina”. Una mini-faldilla i unes botes altes. La seva primera reacció va ser tornar-se a tancar al bany, per comprobar si el seu cos també havia canviat pel d’una top-model, o si seguia sent home. El que no sabia era que algú l’havia vist sortir d’el bany amb aquella pinta, i en aquell moment mirava en la seva direcció, sumament interessat. Fent un gest amb la mà, va cridar a l’ànec gegant, o altrament dit, cambrer.

- Vostè dirà, senyor director general.

Sí, aquell era el director de la empresa multinacional en la qual treballava el nostre protagonitsa, que ara, recordem-ho, estava tancat al lavabo.

- Aquell noi... o noia, no ho sé... treballa a la meva empresa?

- No ho sé, senyor. Jo només sóc un puto ànec.

El director sospirà i amb un gest indicà al cambrer que podia marxar. Era una llàstima, li hauria agradat més saber sobre aquell noi. Al cap i a la fi, no cada dia et trobaves un dels teus empleats vestits com una foto model sortint d’un bany.


Deixarem els detalls sexualment obscurs d’aquella nit difosos entre la boira del temps, ja que certa quantitat d’alcohol van fer que el nostre heroi (per cert... heroi de què?) oblidés tot el que va passar a la festa. I gràcies que ho va fer, si no s’hauria gastat tot el seu sou en un bon psicóleg perquè li tragués els múltiples traumes que li haurien provocat.

Al cap d’uns dies, el noi va rebre una altra carta. “Conferència sobre la transexualitat” hi posava. Sí, semblava que el director, després de molt buscar, l’havia localitzat, i li havia enviat, a mode de recomenació, aquella invitació, encara que el nostre protagonista no arribés a entendre el sentit d’aquella carta (recordem que l’alcohol li havia esborrat tots els seus records). Però com que no tenia res millor a fer, ja que treballava a una multinacional, va decidir anar-hi.


La conferència va resultar summament interessant, hi va aprendre moltes coses, encara que en tota l’estona no va deixar-se de preguntar què hi feia allà. El problema va ser que, sortint de la sala, sense voler, li va caure l’agenda. Però com que no se’n va adonar, va seguir el seu camí. I tampoc va veure com una persona misteriosa l’agafava, i satisfeta, se l’emportava.


Al dia següent es va despertar amb moltíssima gana. Va buscar dins el seu sac de dormir, per finalment treure’n la llimona. Tancant els ulls, i tapant-se el nas, se la va menjar. En aquell moment, els ulls se li van ennuvolar de llàgrimes, per culpa de l’àcid gust de la fruita. Quan el regust li va haver marxat, va estirar-se sobre el sac i va tancar els ulls, disposat a dormir una estona més. Però en aquell moment el seu telèfon va començar a sonar, donant-li a aquesta història un toc cada cop més ilògic, ja que, si vivia al carrer, com és que tenia telèfon?

Sospirant, va agafar l’aparell. El va despenjar i se’l va posar a l’orella, però tot i així a l’altra banda ningú li va respondre.

- Es deuen haver equivocat. – va dir arronsant les espatlles. Però just quan tornava a deixar el mòbil al seu lloc, va tornar a sonar. I va passar exactament el mateix que el primer cop. I així un altre, i un altre, i un altre... Les trucades anònimes es repetien dia rere dia, sense descans, mentre el noi es maleïa per haver-se deixat l’agenda on hi tenia el seu número de telèfon apuntat.


Fi


- Ei, un moment!! Això encara no ha acabat!!- asseguda enmig de les roques, una velleta mirava l’agenda que tenia davant seu mentre que marcava repetidament un nombre al seu telèfon i reia de forma maniàtica.- Aquesta agenda ha sigut un regal del cel!!

Efectivament, la senyora gran que hem esmentat al principi de la història semblava disposada a cobrar-se la seva venjança.

- D’aquesta sí que no te n’escaparàs, fill de puta!!A mi ningú em roba!!


Ara sí, FI

dimarts, 17 d’agost del 2010

JOC - Gravetat

7. GRAVETAT.

Com havia de ser tocar els núvols?
Estava estirada sobre les lloses, contemplant l’enorme cel blau i serè que s’estenia sobre seu, devorant-ho tot, i no podia deixar de pensar en enlairar-se, suaument, sense pausa però sense pressa, com un globus aerostàtic, fins a acabar flotant a mil metres sobre el terra, tan avorrit. Deixar enrere tot el que coneixia, desafiant el senyor Newton i les seves pomes, per a envoltar-se de l’aire fresc que surava a l’atmosfera.
Com seria prendre’n un trosset amb la llengua? Seria dolç, com els núvols de sucre, o més aviat insípid? Humit, o eteri? Inconscientment es va llepar els llavis, imaginant que ho estava tastant. Sí, definitivament dolç.
- Cassy! – la veu del seu pare va ressonar per a la escala fins que va impactar a la porta que duia al terrat, fent-la retornar bruscament al planeta que havia abandonat. – En Sebastià és aquí!
Es va incorporar, encara despertant-se del somni que havia tingut sense adormir-se, i amb breu cant de felicitat va afanyar-se a baixar les escales de dues en dues. En Sebastià. Feia un parell de mesos que estaven junts, però això no impedia que cada cop que el veiés es posés a somriure com una nena estúpida. O com una deficient, com deia ella mateixa.
Va arribar al replà esbufegant i amb les galtes completament tenyides de vermell, però no li va importar. Ni tan sols el fet que li havia baixat una de les tires de la samarreta i estava ensenyant mig sostenidor.
- Ei – va fer el noi que estava recolzat a la paret amb un aspecte un pèl incòmode. Segur que el seu pare s’havia dedicat a mirar-lo amb la mirada de bèstia assassina mentre esperava. – Anem a fer una volta?
- I és clar que sí –va dir mentre li agafava la mà i estirava els llavis perquè ell hi diposités un breu petó.- Tinc ganes d’anar a prendre un gelat.
I quan vint minuts després es trobaven sota el pont de la Princesa, menjant gelat i murmurant-se paraules a cau d’orella lleugeres com les fulles que s’enduia al vent, la Cassiopea va descobrir que no era necessari desafiar la gravetat per a tocar els núvols.

_____

Cutre, ràpid i horriblement cursi. Però en fi, avui estava d'humor per això xD Per alguna cosa mínimament 'maca' que escric... xD

diumenge, 15 d’agost del 2010

Highschool Bizarre ChroniclesCapítulo 5 (I)



CAPÍTULO 5

“¡Oh amor poderoso! ¡Que a veces hace de una bestia un hombre,
y otras, de un hombre una bestia!”




- A la mierda Shakespeare.

Jim Brewster, uno de los pocos clientes que había en El Cerdo Misógino, un pequeño y acogedor local situado cerca de los únicos jardines en todo Backshead, giró la cabeza para mirar aquella inquietante criatura que había sentada a la mesa de al lado. Llevaba una larga gabardina negra, gafas de sol y una boina, también negra, que no llegaba a cubrirle una mata de pelo rosa que, tal cual cabellera de león, le salía a lado y lado. Delante suyo había sentadas dos chicas, completamente en silencio, con las miradas clavadas en la mesa; ambas vestían también de negro, y llevaban sendas gafas. Las malas vibraciones que desprendían rompían al instante el encanto de esa pequeña cafetería.
Si sólo fuera su aspecto el problema, Jim habría podido ignorarlas fácilmente, pero el quid de la cuestión radicaba en que desde el momento en que habían entrado por la puerta de vidrio y madera, la chica del pelo rosa no había parado de gritar y maldecir. No es necesario decir que la camarera, una mujer de aspecto delicado y pusilánime, ni siquiera se había atrevido a pedirles que bajaran un poco la voz.
En ese momento, esa energúmena se encontraba agitando un libro, que parecía ser Romeo y Julieta, mientras se dedicaba a despotricar contra su autor.
- En serio, que se vaya a petar monos. Dice que lo de sus obras es amor, ¡pero en realidad no tiene ni idea! Romeo es un media mierda, y Julieta, una pava insoportable. Los podría haber matado a la primera página y ahorrar el sufrimiento a sus lectores, ¡joder!

Jim Brewster se giró molesto, decidido esta vez a endosarle una réplica mordaz. Había dedicado gran parte de su vida al estudio de la obra de Shakespeare y no iba a permitir que su ídolo literario fuera menospreciado de esa forma, y menos por una niña que se pintaba como un mapache. Incluso ya había empezado a formar un discurso en su mente sobre cómo defender al autor inglés, pero cuando abrió la boca para soltarlo, se encontró con los rostros fríos y inexpresivos de las dos chicas que acompañaban a esa gamberra.
- Perdone a nuestra jefa –dijo una de ellas, la de la izquierda, aunque Jim se percató de que eran prácticamente iguales.- Últimamente no se encuentra muy bien.
Era cierto. La chica-mapache había empezado a llorar a cántaros sobre la mesa, y lagrimones negros surcaban sus mejillas por debajo de las gafas oscuras.
- Problemas amorosos –añadió la de la derecha.
Jim Brewster asintió, repentinamente comprensivo. Entonces, era eso. Pobrecita.
- ¡Y es que además tiene las agallas de llamarlo ‘amor verdadero’! –sollozó la líder mientras agarraba una servilleta y se mocaba ruidosamente.
- Su chico ha quedado con otra –le explicó la gemela izquierda.
- Y eso no le ha sentado muy bien a la pobre – la derecha volvió a intervenir.
- ¡¡El amor verdadero es un producto inventado por Hollywood para lavarnos el cerebro!!
- Está bastante destrozada.
- Así que disculpe las molestias, e intente comprender.
- Nicky…. Mi pequeño Nicky… ¡¿Qué te han hecho?! Ya sé que tú no querrías quedar con esa pelandrusca… Te han obligado fuerzas mayores…

Jim las miró un momento, indeciso, y finalmente se volvió hacia su mesa y se concentró en su café. Definitivamente, los jóvenes de hoy en día eran completamente diferentes de lo que había sido él.

En la mesa de al lado, Phyns, ahora sin las gafas, había empezado a dibujar calaveras negras a la portada del libro para distraerse, y de vez en cuando todavía sufría algún espasmo debido a su reciente llanto. Bajo la atenta mirada de Emily y Evelyn empezó a practicar algunos ejercicios de relajación: tomó aire por un agujero de la nariz, tapando el contrario, y lo liberó por el otro, invirtiendo el proceso. Después de varias veces, empezó a notar como su pulso se relajaba y su línea de pensamiento se estabilizaba el máximo posible.
Bien, eso era lo que necesitaba. Estar completamente relajada para cuando llegara Nick con Mary Sue. No quería traicionarse a sí misma y delatar su presencia.
- ¿Seguro que dijo a las seis? – preguntó a Emily, la encargada de las escuchas.
- Sí señora. Querían ir a sus casas a dejar las mochilas.
- Pues son las seis y cuarto y aquí todavía no hay nadie…
- Se habrán retrasado. Todas sabemos que el señor Nicholas es de todo menos puntual.
- ¡No es impuntual! –chilló Phyns. -¡Él es perfecto! ¡Es el resto del mundo el que va demasiado avanzado!
- Tiene razón, señora –apuntó Evelyn.
- Y por cierto –prosiguió Phyns.- Cuando lleguen, sobra decir que no quiero ningún movimiento que rebele nuestra posición. Tenemos que pasar inadvertidas. Por algo nos hemos saltado la última hora de clases: para camuflarnos en el ambiente.
- Como usted mande, señora –corearon las hermanas Nightfall.

Jim Brewster empezó a inquietarse. Las chicas de al lado eran realmente unas psicópatas. Al menos la del pelo rosa. Y las gemelas… había algo en su perenne frialdad que le hacía entrar escalofríos. Había hecho bien de no llegar a decirles nada, decidió, mientras se tomaba el último sorbo de su capuccino.