diumenge, 20 de juny del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Prólogo

Doncs res, com que no tinc res decent per a penjar (^^U) poso aquí aquesta paranoia que em dedico a fer als meus temps lliures. La vull penjar tota, ja que si li passa alguna cosa a l'ordenata seguiré tenint una còpia on-line XD També li he canviat el nom: ara m'agrada més perquè representa més bé el contingut (això sí, no puc evitar que em recordi a High School Musical T_________T horrooooor).

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Atención:
Todos los personajes representados a continuación son de ficción. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

(Aunque déjame decirte que, si alguno de los siguientes especímenes te recuerda a ti, ¡corre a abrir el gas!)



Mary Sue es un término utilizado por el mundo del fandom, refiriéndose a un personaje femenino (de ser masculino suele usarse el nombre Gary Stu) agregado en la historia original que suele ser un alter-ego del escritor/escritora, cuya principal característica es la de ser perfecto y no tener fallos. (…)
Las Mary Sue generalmente son chicas de belleza extraordinaria. Frecuentemente, sus ojos y cabello tienen propiedades poco comunes, que llaman mucho la atención.
En términos generales, un personaje Mary Sue presenta múltiples habilidades comparadas con sus escasos (si no es que nulos) defectos; sin embargo, suele desagradar a los lectores.


Mary Sue , Sta. Divinidad de la Wikipedia.



PRÓLOGO:
En el que el lector tiene el honor de conocer al personaje
más ilustre y brillante de todos los tiempos.


- Oh, mierda –fue lo primero que dijo Nicholas Pink esa mañana de marzo. - ¿En serio la redacción de lengua era para hoy?
Doris lo miró con ojos burlones desde el otro extremo de su pupitre mientras frotaba uno de los chicles que había bajo la mesa para que se cayera.
- Pues sí, y además es bastante importante – hizo una pausa dramática y esbozó una media sonrisa. - ¿Recuerdas que la profesora estuvo dos meses de baja porque se quemó en la playa? Pues ahora no sabe con qué evaluarnos y probablemente saque de ahí gran parte de la nota final.

Nick inclinó la cabeza y intentó poner la mirada más triste de la que fue capaz. Se imaginó que era un pobre chico sin familia ni amigos que vivía bajo un puente con su perro pulgoso. Y entonces empezó a hablar con la voz rota.
- En fin, supongo que voy a suspender inglés este trimestre… Espero que mi madre no me pegue demasiado – dijo haciendo que el flequillo pelirrojo le cayera sobre la cara tapándole los ojos, dándole un toque todavía más trágico.
- No voy a dejártela copiar.
El chico esbozó una mueca consternada.
- ¡Pues entonces sí que voy a suspender!
- ¿Y? Es tu culpa. Además, tu madre en su vida sería capaz de levantar la mano a alguien. Pobre mujer, suficiente tiene con un hijo cómo tú… estúpido.
En cuanto terminó, Doris esbozó una amplia sonrisa. Acababa de empezar la mañana de forma inmejorable; despotricando contra Nick, que casualmente era su actividad favorita después de tumbarse al sofá con una pizza y ver Lirios en Diciembre, un culebrón que estaba de moda. Ignorando al chico, que ahora parecía lloriquear sobre la mesa suplicando un poco de compasión, se dedicó a la fascinante tarea que tenía entre manos, literalmente. El estúpido chicle parecía no querer caer. Mientras le daba pinchazos con la regla y descargaba sobre él su frustración, se preguntaba quién podría ser el cerdo misógino que se lo había pegado, y se juraba a sí misma que iba a vengar de una forma retorcidamente original y malévola.
Aquella asquerosa conglomeración de petróleo se soltó de la madera al mismo tiempo que Nick abría la libreta en un intento desesperado de aprobar. Y todo eso pasó al preciso instante en que la profesora entraba a paso firme en la clase, con su pose elegante, la barbilla levantada y una mirada que delataba que había estado tomando más café de lo recomendable. Se paró en medio del aula, justo detrás de su mesa y tosió un par de veces intentado llamar la atención, mientras ignoraba un gemido de desesperación que le llegó desde las filas de detrás.
- Bueno, chicos –empezó a hablar con un tono de voz que mancaba de cualquier signo de expresividad. – Hoy es un día especial para nosotros; vamos a tener una nueva compañera en la clase. ¿No es genial? – si le hubieran dicho que su marido acababa de dejarla por una joven de veinte años y que habían atropellado a su gato, la señora Fine no habría conseguido formular esa pregunta de forma más fúnebre.
Los alumnos empezaron a murmurar entre ellos apresuradamente. No era normal tener chicos o chicas nuevas en el instituto, por el simple motivo de que el centro tenía una de las peores reputaciones del país, que habían logrado a base de depresiones y suicidios de profesores y varias desapariciones de algunos de los estudiantes. Por eso nadie iba nunca voluntariamente ahí. Sólo a los desgraciados que les tocaba por obligación, ya fuera por el distrito dónde vivían, como Nick o Doris, o por sus –pésimas- notas.
Se tenía que estar loco para querer ir al St. Puff.
Como es normal en una clase de secundaria, los comentarios maliciosos no tardaron en aflorar.
- Será una ex delincuente… - decía Philip Hughkins, un chico alto y esquelético de la segunda fila, mientras se reía entre dientes.
- A lo mejor ya ha cumplido los veintidós – añadía sonriente Tasha Swimbles, una chica la cual su belleza y inteligencia podían competir con la de los pavos reales.
- ¿Y a quién le importa eso? – gritó Sam Robson, grosero nato, para hacerse oír en medio del escándalo.- Lo importante es que tenga unos buenos…
Pero Sam nunca pudo acabar de decir qué era lo que le interesaba sobre la nueva alumna ya que su opinión fue cortada por la entrada de la misma.
La clase entera enmudeció.
Ante ellos estaba la criatura más perfecta que habían visto jamás. Sus tirabuzones dorados como el sol veraniego le caían en perfecto orden sobre los hombros pálidos y pequeños, que el vestido de volantes y encajes que lucía no llegaba a tapar del todo. Sus ojos, azules cómo el más azul de los zafiros, los miraban con una expresión que transmitía cohibición y puerilidad bajo unas cejas tan finas que casi parecían pintadas. Tenía las mejillas sonrojadas, y los labios, del color de las cerezas, entreabiertos, formando una pequeña ‘o’ de sorpresa.
- ¿Por qué no te presentas a tus nuevos compañeros, querida? – dijo la señora Fine, mientras se dejaba caer encima la silla demasiado pequeña para su enorme trasero. – Así haremos la clase más amena y os conoceréis más rápido – hoy no se había levantado con ganas de enseñar y tenía la excusa perfecta ante ella.
La chica asintió levemente con la cabeza y dedicó a los chicos una sonrisa encantadora. El sol que se filtraba en las ventanas se reflejó en sus dientes, inmaculadamente blancos, y cegó a las gemelas Nightfall, que estaban delante suyo. Emily y Evelyn lloriquearon asustadas al notar que de repente todo se volvía oscuro, pero nadie les prestó atención.
Todo el mundo miraba a la chica nueva.
Y de repente ella se puso a hablar con una voz tan suave y melodiosa cómo la más bella de las canciones de amor.
- Me llamo Mary Sue.

dilluns, 14 de juny del 2010

SONATA [01/2010]

Era música.
Això és el que va pensar mentre escoltava com el corcat rellotge de cucut emetia somorts tic-tacs que esdevenien un baix greu i pesat dins la seva ment. Es va imaginar un vell contrabaix, aïllat al fons de l’escenari, mentre mirava amb enveja com un lleuger violí tocava un esplèndid solo d’un reconegut compositor. Tindria realment enveja? O era, simplement, que acceptava la seva posició amb humilitat i resignació? Quin misteri.
Era increïble com el turmentava aquella pregunta. Tenia milers de coses de les que preocupar-se, però per algun motiu, no es podia treure el solitari contrabaix del cap.
A través de la finestra, sentia com el vent bufava amb força entre les branques dels arbres. Quasi podia veure les fulles de tardor gronxar-se elegantment entre l’aire, en una petita dansa, abans de caure, mortes, sobre el terra. Eren les ballarines que dansaven acompanyades pel violí? O potser per una flauta travessera, o un clarinet. Sí, els clarinets tenien un so ideal pel ballet.
I el contrabaix, òbviament, que els hi marcaria el ritme pesadament des d’un racó, encara que, després, ningú li agrairia.
La música sonava a cada racó de la seva ment, no podia evitar-ho. El rellotge, el vent, les fulles, els passos dels pocs vianants que hi devia haver pel carrer... fins i tot el frec dels seus cabells contra el coixí passava a ser un seguit de notes curtes i precises.
Tot plegat formava una sonata preciosa, que amenaçava en qualsevol moment de fer-lo plorar. Era una llàstima que ja no en fos capaç. Coneixia gent que s’alegraria de poder evitar vessar llàgrimes. Sabia que ella, amb el seu plor ridículament fàcil, ho hauria donat tot per a no somicar en cada petit sotrac de la seva vida. Però ell, en aquell mateix moment, hauria donat res per a tornar a sentir la textura suau de l’aigua recórrer les seves galtes.
Perquè no li quedava res més que res. I res era tot el que tenia.
Una porta es va obrir, una timbala va espetegar breument en una pausa inesperada, on la resta de l’orquestra es va quedar en silenci, expectant.
I llavors el va sentir; aquell so, fi i suau, el solo delicat que estava destinat a conmoure al públic d’aquella nit, que a mesura que anava avançant esdevenia una melodia trista i espasmòdica. La seva textura fràgil el feia estremir amb delit, però també li despertava el seu instint protector, que l’hauria impulsat, si hagués pogut, a abraçar-la, besar-li el front, dir-li que tot estava bé...
Però tots dos sabien que hauria sigut mentida.
I, sabent que tot i que la tenia al costat estaven més allunyats del que mai havien estat, es va consolar escoltant la petita sonata que ella li oferia involuntàriament, deixant que les notes penetressin al seu cos i li llisquessin per les venes fins a omplir-li el cor.
Era música, va tornar a pensar, mentre sentia com imperceptiblement el volum anava baixant fins a esdevenir res més que un eco llunyà, que finalment es va apagar.
Era música.

divendres, 11 de juny del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Capítulo 4 (V)

El chico suicida miraba a Alexander fijamente, suplicando con la mirada. El mensaje era obvio: que dijera que sí. Lo que no sabía eran las consecuencias que podía acarrearle esa respuesta. Di que no, volvió a atacar su subconsciente. En suficientes líos te metes ya, no necesitas más.
Al también inspeccionó al joven por el rabillo del ojo, disimuladamente. Unos diecinueve años. Alto. Moreno. Guapo. Muy guapo.
-¿Oye? ¿Le conoces o no? – el hombre estaba ya perdiendo la paciencia.
No, dijo la voz interior de Al.
- Sí - dijo Al.
Imbécil salido.
- Muy bien, pues. Puedes hacerle compañía un rato. Si quieres, incluso puedes acompañarle a la comisaría – sentenció, y con una risa sardónica, se alejó.
- ¿No van a acusarme de cómplice o algo así, no? – saltó Al en el momento en que perdió de vista al Rey Gorila.
El otro chico negó con la cabeza.
- Qué va. Y si me haces el favor de prestarme tu móvil un momento, incluso yo voy a poder librarme de esta.
Al lo miró con desconfianza.
- ¿Por qué debería dejártelo?
- Por favor – susurró el chico, mordiéndose el labio.- Sólo será para mandar un mensaje… Tengo que aclarar este malentendido.
Tenía los ojos marrones. Y brillantes. Y el pelo como ese actor de la serie que mira Baby…
-Sí, vale, de acuerdo – Al interrumpió sus propios pensamientos, que se perdían por los senderos del laberinto de su mente. - ¿Entonces, esto no es lo que parece? – preguntó mientras le entregaba el móvil.
El chico lo recogió, agradecido, y empezó a escribir velozmente mientras hablaba:
- Más o menos… Verás, yo sólo quería subirme a la barandilla para practicar, porque estaba con el ánimo ideal, pero unas jubiladas que paseaban me han visto, han creído que quería matarme, y la situación ha ido degenerando.
- Ah –respondió Al, que no había entendido nada. ¿Practicar? A lo mejor era senderista.
- Bien, gracias – anunció el chico devolviéndole el móvil.- Me has ayudado mucho, en serio.
- Ha sido un placer –alargó la mano para coger el teléfono, pero notó como el joven de repente lo tenía fuertemente agarrado. Confuso, levantó la cabeza para preguntar qué diablos sucedía, pero se encontró con la mirada del otro clavado en él. – Oye, ¿pasa algo?
- Alexander – dijo, de repente en un tono más pausado. Al ni siquiera se preguntó cómo sabía cómo se llamaba; su móvil tenía varias pegatinas en él, entre las cuales figuraba una con su nombre.
- ¿Sí?
- ¿Tienes novia?
Vale, la pregunta lo había descolocado. Intentó hacer memoria: ¿tenía algún mensaje comprometedor que no hubiese borrado? Mierda, sí, todavía guardaba los de las últimas semanas…
- No - contestó finalmente. Sabía por dónde irían los tiros. O es un radical de la hostia, o me está tirando los trastos. Ojalá fuera la segunda.
- ¿Y novio?
- Tampoco.
- Entonces… ¿no te importará que aproveche ahora y apunte mi número en tu agenda, verdad?
- No - ¿Qué si no le importaba? ¡Claro que lo hacía! Casi se podría haber puesto a saltar de alegría.
- Genial, entonces –pero no pudo añadir nada más porque en ese momento llegó el coche de policía, y se lo llevaron preso. Al lo siguió con la mirada durante todo el rato, e incluso le saludó tímidamente cuando el coche arrancó, dejándolo a él sólo en medio de esa ancha avenida…


- Vale, ahora en serio. ¿Te has colgado de un suicida que te ha pedido el móvil?
- Hombre… dicho así suena peor de lo que en realidad es. Y no me he colgado de nadie, que conste, ¿eh?
Nick sacudió la cabeza, incrédulo.
- Estás como diez rebaños de cabras.
Al le hizo una mueca.
- Aprovecho la vida, que es diferente. Quizás esta tarde le llame…
- Ya, sí. Para alegrarle su estancia en la comisaría. ¿Sabes cómo se llama al menos, no?
Al le mostró su agenda de teléfonos. Un nombre parpadeaba, grande, en la pantalla.
- Max –dijo, y suspiró mirando al infinito.
Nick también soltó un suspiro, pero el suyo se asemejó más a un bufido.
- Cómo una chota, ya lo decía yo.
- Cállate, Nicky-Pincky. No hay para tanto.
- Tienes razón, podría haber sido mucho peor. Podrían haber sido los bombarderos rusos.

dimarts, 8 de juny del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Capítulo 4 (IV)

Alexander Hummingbird se quedó contemplando con desolación como el coche en el que iba montada la enana traidora de su hermana desaparecía entre las calles demasiado transitadas de Backshead. La muy cerda había subido al coche tranquilamente, sin mirarlo, aun sabiendo que lo estaba abandonando a un retraso seguro. De hecho, era lo mismo que había hecho su madre unos minutos antes. Qué familia más cruel era la suya.
- Lo siento, Al, pero en el coche sólo hay plaza para uno. ¿Lo entiendes, verdad? –le había dicho Baby muy sonriente des de la ventanilla, y el vehículo había arrancado.

Al le había levantado el dedo del corazón mostrándole todo su amor fraternal. Cuando se convenció que ya no volverían a buscarle, se había puesto a meditar cual era la ruta de llegada al St. Puff más rápida.
Estaba justo en el límite dónde se terminaba el enorme complejo de Waterfall y empezaba Backshead con todo su esplendor, una zona que él no conocía demasiado. Para ir al instituto la cruzaba en coche, y como la casa de Nick y Doris hacia otra dirección, nunca se había visto obligado a recorrerla a pie.
Examinó la calle.
Era una amplia avenida con varios bloques de edificios pintados de un color crema suave, con árboles plantados sendos lados de la acera. No había demasiado tránsito; apenas un par de coches circulaban pausadamente. A un lado, una aglomeración de gente se apiñaba contra una pared, mirando al cielo. De ellos provenían exclamaciones diversas, que iban desde el ‘¿Qué pasa?’ hasta el ‘¡Que alguien llame a la policía!’.
Nada realmente interesante.
Se miró las deportivas, absorto, mientras intentaba idear una excusa lo suficientemente buena como para que la profesora…
¡Un momento! ¡¿Policía?!
Se acercó rápidamente al montón, con la cabeza a diez mil por hora. Es decir, era normal que la policía tuviese que operar en Backshead, pero ¿por qué la gente miraba al cielo?
‘Sabía que esto pasaría’ se dijo Al a sí mismo, hallando la respuesta, ‘hemos entrado en la Tercera Guerra Mundial y Russia viene a hacernos mierda con su última versión de bomba atómica’.
Pero no, lo que la gente miraba no eran bombarderos. Ni siquiera era el cielo.
En el noveno piso del edificio, en uno de los balcones de cristal que sobresalían, un joven parecía dispuesto a tirarse para acabar con su, probablemente miserable, vida. La gente clamaba que lo pensara dos veces, que lo que estaba a punto de hacer era algo irrevocable, que se iba a arruinar la vida, y una larga lista de etcéteras. Incluso había un mediador con un megáfono intentando establecer contacto con él, y hacia unos instantes acababa de llegar un camión de bomberos que había empezado a montar el equipo de socorro. Pero el chico no parecía muy dispuesto a escuchar.
- Váyanse, en serio, no tienen de qué preocuparse…-les iba gritando él.

En esto Alexander estaba de acuerdo. Tampoco compartía el morbo de ver como alguien se revienta la cabeza contra el pavimento. Empezó a andar en dirección contraria cuando el hombre el megáfono empezó a hablar de nuevo:
- Pero chico, piensa en tus padres, en tus hermanos, en tu novia…
- ¡Que se largue! – chilló el joven, visiblemente fuera de sus casillas- Y ustedes, no es necesario que suban…- añadió en cuanto los bomberos, con rostros pétreos, empezaron subir un la escalera para alcanzarlo.
Al se quedó quieto a un lado de la calle. Pensándolo mejor, quizás esto terminaría siendo algo divertido de ver. Con un gesto travieso, sacó su móvil de última generación y empezó a grabar la escena.
Los bomberos habían agarrado al chico por la fuerza y lo bajaban prácticamente a rastras, y él finalmente había optado para dejarse hacer dócilmente. Al suelo, la mayoría de la congregación suspiraba aliviada de que todo hubiera terminado bien, y empezó a dispersarse a los pocos segundos bajo las órdenes del que parecía el jefe de bomberos, en cuando estos consiguieron llevar al suicida sano y salvo hasta el camión y lo cubrieron con un par de mantas. El chico hizo un gesto de hastío.
‘Frustración post-mortem’, se dijo Al a sí mismo, y empezó a reír de su propia ocurrencia.
- ¡Eh, tú, chaval! –uno de los bomberos le increpó mientras se le acercaba con cara de malas uvas. Al se dejó de reír de golpe.- ¡Esto no es ningún espectáculo! ¡Venga, apaga ese móvil y vete!
Alexander asintió enfáticamente, y se apresuró a cumplir órdenes. Ese hombre medía al menos dos metros. Dio media vuelta, recordando repentinamente que tenía una clase a la que asistir, cuando notó una mano enorme sobre su hombro. Era el bombero.
- Espera – le dijo con voz de ultratumba. - ¡Soy menor! –exclamó él como acto reflejo.- ¡Si me haces algo te pasarás media vida en la cárcel!
El hombre lo miró con extrañeza, y sacudió la cabeza, mientras señalaba un punto de detrás suyo con el pulgar.
- Ese chico me ha dicho que te conoce. Ve un momento con él mientras viene la policía.
Al lo miró sin comprender, siguiendo con la mirada el lugar dónde le indicaba King-Kong. Se refería al suicida.
Antes de poder decirle que él no había visto a ese espécimen en su vida, el hombretón ya lo había agarrado por el brazo y lo arrastraba hacia el camión. Díselo, le dijo su voz interior a Al. Dile que tú no le conoces.
En vez de eso, lo único que salió de su boca fue:
- ¿Va a venir la policía?
El hombre asintió.
- En este estado, el suicidio es un delito. La pena es que en la mayoría de los casos no se puede castigar a los culpables.
Y con un último empujón lo plantó delante el joven.
- ¿Es amigo tuyo?- le inquirió el bombero.

dissabte, 5 de juny del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Capítulo 4 (III)

Media hora más tarde, a Nicholas Pink y a Alexander Hummingbird les seria comunicado que a las seis tenían que ir a cierta cafetería, porque Mary Sue, la nueva mejor amiga de Doris, les había propuesto de quedar. Los ruegos y las súplicas no se admitían. Y que ni se les ocurriera desaparecer, o por lo contrario iban a sufrir como cerdo en asador, palabras textuales. Obviamente, Phyns también se enteró, gracias a la eficacia del micrófono que llevaba Nick, y sufrió tal ataque de rabia que se revolcó por el suelo en una de sus rabietas mientras se mordía sus snakefangs.
Después de darles tan terrible noticia, Doris se había vuelto a clase tranquilamente, dejando a los dos chicos afuera, ya que habían llegado una vez la verja ya estaba cerrada.
Nick se encontraba en un estado de shock un poco menor al de ayer, que casi se había cobrado su vida, que le provocaba que se abrazara a sus rodillas y se tambaleara adelante y hacia atrás siguiendo una cadencia que sólo él podía oír. Estaba bastante pálido, e iba murmurando “me persigue, ella me persigue…”
Alexander se preguntó si debía de darle un par de puñetazos para hacerle reaccionar. Al final decidió que no, que la violencia no era la forma de solucionar las cosas, pero su mano no lo obedeció y en breves instantes Nick estaba empotrado a la pared mirándolo con los ojos muy abiertos.
- Lo siento, tío –se disculpó Al.- Dabas grima…
- No importa –murmuró Nick, frotándose la mejilla.- Has hecho bien.
Alexander asintió.
- Tampoco es tan horrible –añadió Nick.- Sólo tengo que intentar sobrevivir un par de horas más… Y con el adicional de que no estarán mis compañeros de clase.
- Y además estaremos nosotros para protegerte. Lo digo por si se le ocurre encerrarse contigo en el baño para abusar de ti o algo semejante…
- ¿La crees capaz de hacer algo así?
- ¿Tú no?
Nick lo meditó.
- Tienes razón… Será mejor no tentar a la suerte.
- Siéntate lo más lejos de ella.
- Eso no la va a detener.
- Confiamos que nos sirvan cuchillos.
- ¿Almuerzo con cuchillos?
- Pide tarta.
- ¡Y una mierda! ¿Sabes lo cara que es?
- Pues entonces no te quejes cuando te secuestre.
- Tú y Doris me protegeréis… ¿verdad?
- Yo tengo mi principio de no-violencia.
- Pues para tener un principio de ‘no violencia’ pegas con mala leche.
- Pídele a Doris que le meta una paliza si se acerca a ti.
- No creo… Ya has visto como la ha sobornado con eso de la serie. ¡Le brillaban los ojos de una forma horripilante!
- Ah, sí, se me olvidaba que encima vamos a tener que aguantar a una panda de celebrities pijos y famosos.
- Pijos como tú.
- Pero yo no soy famoso.
- Tienes razón.

Ambos restaron en silencio un rato. Todavía faltaban veinte minutos para que empezara la siguiente clase.
- Y…-empezó Nick, buscando cambiar de tema.- ¿Cómo es que has llegado tarde? ¿Acaso tu madre no te trae en coche?
- Sí, bueno, pero se caló en medio la carretera y tuve que venir andando con Baby. Somos ricos, pero modestos –anunció Al con dignidad.
- Pues ella ha llegado a la hora, ¿no?
- Se encontró con una amiga y la trajo hasta aquí.
- ¿Y te dejaron en medio la calle abandonado?
- Mi vida es dura –de repente, Alexander se acordó de lo que tenía que contarle a Nick y que por culpa del incidente con Doris (y Mary Sue) no había tenido ocasión de explicarle. - ¿Sabes qué? Hoy he conocido a mi futuro novio.
Nick emitió un breve monosílabo inteligible y, cerrando los ojos, apoyó la cabeza contra el muro. Acto seguido los volvió a abrir y miró a su amigo con estupefacción.
- ¿Que qué? – chilló. – Es decir… ¿cómo? Digo, ¿Cuándo? Si no somos ni las diez de la mañana…
Al miró a su amigo con infinita compasión. Doris tenía razón, era un poquito estúpido.
- Pues mientras venía andando. ¿Cómo va a ser si no, malandrín?
- ¡Y yo qué sé! ¡Estamos hablando de ti!
- Fingiré no haber oído eso último, y te empezaré a contar mi increíble historia de amor…
- ¿Vas a tener un flashback?
- ¿Vas a seguir jodiendo o puedo continuar?
- No, no, adelante, flashbackea.

dijous, 3 de juny del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Capítulo 4 (II)

Mary Sue había decidido, después de largas horas de calibraciones y muñecas voladoras, que lo mejor que podía hacer para acercarse a Nick, y ya de paso obtener algo de información, era empezar a llevarse bien con sus mejores amigos. Y, casualmente, había oído parte de la conversación anterior, descubriendo que Doris era fan de Lirios en Diciembre, cosa que le había dado una ligera idea de cómo hacer que la chica se pusiera de su parte.
Pero todo a su tiempo, se dijo. Primero era mejor andarse con rodeos.
- ¿Has visto a Nick hoy? – le preguntó, muy sonriente.
- No, ni ganas. Supongo que llegará tarde, para variar –respondió Doris, con terquedad. No entendía hasta dónde quería llegar Mary Sue.
- Vaya. ¿Y a Alexander?
- Tampoco. Quizás se haya caído por una zanja viniendo hacia aquí –Al solía llegar temprano, recordó Doris mientras sacaba un paquete de gominolas y empezaba a devorarlas. Tenían forma de gatito, y ella disfrutaba arrancándoles la cabeza antes de comerse al resto del cuerpo.
La mirada de Mary Sue se volvió extrañamente brillante.
- ¿Estás preocupada por él?
A Doris casi le salieron los gatitos por la nariz.
- ¿¡Qué!? Es decir, ¡¡no!!
Mary Sue la miró emocionada.
- ¿Hay algo entre tú y Al?
Los ojos de Doris no reflejaron nada, pero dentro de su cabeza estaba teniendo lugar una compleja ecuación: la velocidad a la que alcanzara el extintor de la pared era directamente proporcional al tiempo que tendría la Princesita para huir antes de que Doris se lo estampara en la cabeza, e inversamente proporcional al margen de maniobra que le quedaría para lanzárselo y marcharse corriendo mientras se tapaba la cara con la camiseta.
Su mirada topó con el único extintor del pasillo, a unos diez metros de dónde se encontraban conversando. Mala suerte.
- Odio. Puro odio –respondió finalmente, dejando su plan homicida para otro día.
- Ah – ¿Eran imaginaciones suyas, o Mary Sue parecía ligeramente decepcionada? De todas formas, se repuso rápidamente. - ¡Cómo sea! ¿Qué te parece si esta tarde quedamos todos para ir a tomar algo?
Doris lo pensó uno coma seis nanosegundos.
- No.
- ¡Invito yo!
- Que no.
Mary Sue frunció el ceño, pero sólo un poquito, lo suficiente porque su dulce rostro no se viera excesivamente perjudicado. Se había acabado andarse con rositas.
- Pues es una pena que no quieras hacer nada, porque conozco a un local muy bueno… Y además, había pensado en invitar a mis amigos de Rosefield, para que os conocieran. ¡Les he hablado mucho de vosotros!
- ¿Tú no venías de París?
- Oui, claro, pero no fui a parar aquí directamente –le anunció con una risita.- Antes estuve un tiempo viviendo en Rosefield. Ay, es un lugar tan bonito…
Ciertamente, lo era. Rosefield era la ciudad vecina de Backshead, y era un lugar acogedor y limpio, con tasas de delincuencia más bien tirando a bajas e instituciones decentes. Era por eso que la mayoría de edificios importantes y centros sociales estaban situados en Rosefield. A los habitantes de Backshead no les importaba demasiado, ya que sólo les quedaba entre diez y quince minutos de distancia.
- Pues es una pena, porque estoy segura que tenías un montón de amigos ahí –dijo Doris intentando sonar sarcástica, pero al recordar que la mayoría de chicos babeaban por Mary Sue se dio cuenta que probablemente esa era la realidad.- Pero no vamos a venir. Bueno, si quieres, secuestra a Nick, pero eso ya es asunto tuyo.
- Sí –siguió Mary Sue como si no la hubiera oído.- Además, la mayoría de mis amigos trabajaban mucho, pero siempre encontraban un rato para estar conmigo. Por eso los quiero tanto…
- ¿Trabajaban mucho? – Doris sabía que Rosefield era una ciudad de pijos. ¿Cómo iban los estudiantes a trabajar, si la mayoría eran mantenidos por sus padres?
- Ahá. Ya sabes, modelos, actores juveniles… Como había un estudio cerca, a la mayoría les fichaban para series, sesiones de fotos o programas. A mí misma me propusieron hacer un par de películas, oferta que tuve que declinar porque…
Pero Doris ya no escuchaba. Su mente repetía una sola frase una y otra vez.
- ¿Has dicho… actores?
- ¡Oui! La mayoría estaban en una serie llamada… ¡Ay! ¡Qué tonta! ¡Ahora no me acuerdo del nombre! Era algo de unas flores… y diciembre, ¡sí!
KILLER MODE-OFF
Doris se quedó mirando un punto fijo del pasillo, intentando asimilar la información, mientras Mary Sue se alejaba con una sonrisa de oreja a oreja y el móvil en la mano. “Ya falta poco, mi querido Nicky”, pensó sonrojándose.
El teléfono dejó de dar pitidos, y una voz medio adormilada respondió des de la otra línea.
- Hola, chèrie, soy yo. ¿Te acuerdas del favor que me debes? Pues escucha con atención…

dimecres, 2 de juny del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Capítulo 4 (I)

CAPÍTULO 4

“En ocasiones veo en rosa”


Phyns Blackburn, o como era conocida por su familia, Seraphine Simons, salió corriendo esa mañana de la pescadería familiar. No era que estuviera excesivamente preocupada por llegar tarde a clases, es más, ayer había planeado hacer novillos las primeras dos horas, pero una inquietante noticia que le habían proporcionado las gemelas Nightfall mediante el chat le había hecho cambiar de planes.
En un principio, había visto el recuadro parpadear a la parte inferior de la pantalla de su ordenador y no le había hecho demasiado caso, ya que a menudo Evelyn y Emily le hablaban sólo para decirle cosas tan banales como recordarle sus planes para mañana, preguntarle acerca de su estado de ánimo (que siempre era ‘tan negro como el culo de Satán’) o simplemente desearle buenas noches. Además, estaba hablando con una chica que ofrecía una poción de amor a todos sus compañeros del EmoForo elaborada con su propia sangre, un tema bastante más interesante.
Pero al cabo de un rato, sólo por curiosidad, había decidido echar una ojeada a lo que tenían que decirle las gemelas, encontrándose con uno de los peores disgustos de su vida.
La nueva vivía al lado del mejor amigo de su Nicky.
(Sí, ese renacuajo que se sentaba a su lado. ¿Cómo se llamaba? ¿Alan? En fin, todo lo que no estuviera relacionado con Nick carecía de importancia ante los ojos de Phyns).
Phyns sabía que las gemelas se habían enterado de eso por métodos poco ortodoxos (llámese colocar un micrófono a la capucha del eterno suéter rosa de Nick), y también sabía que su pequeño Nicholas iba a pasar la mayoría de tardes de su existencia, o las que no tenía fútbol, en la casa de Alan. ¡Mary Sue lo tenía prácticamente servido en bandeja!
- ¡Nick es míooooo! –chilló Phyns mientras recorría las calles como un tornado rosa, deteniéndose de vez en cuanto para golpear algún buzón y liberar la rabia que sentía.- ¡Él se llama ‘Pink’, y mi color favorito es el rosa! ¡¡Estamos predestinados!!

Mary Sue había sacado la artillería pesada, y Phyns Blackburn Sixstars Evilmaster no se iba a quedar atrás.



El instituto St. Puff se levantaba como cada mañana con el ruido que provocaban los numerosos jóvenes que allí estudiaban con su llegada al centro. Algunos comentaban el resultado del concurso que habían dado ayer noche en el canal 67, en el que había muerto un faquir intentando realizar el truco de tragar sables. Otros, el entreno de fútbol de la tarde o simplemente lo que habían hecho el día anterior. La mayoría de las chicas comentaban el giro inesperado que había dado Lirios en Diciembre en su último capítulo. Precisamente, en uno de estos grupos, Doris hablaba emocionadamente:
- ¿Y visteis cuando Abel llegaba a casa de Margaret y se la encontraba con John? –era una pregunta retórica; las chicas (y cada vez más chicos) se sentaban delante el televisor con los ojos completamente abiertos y no los cerraban hasta que sonaba la sintonía del final del programa, una hora después.
- ¡Sí! –respondió Tasha Swimbles, esa chica que salió en el prólogo.- ¡Fue superfuerte! Osea, no sabe si el niño es de Abel o Michael, ¡y se lía con John! ¡Esa tía no tiene vergüenza alguna! – las otras chicas asintieron enfáticamente.
- ¡Además, John mató a los padres de Chris! - el nombre de Chris fue coreado por un seguido de suspiros.
- ¡Cierto! ¡Chris encontró esa grabación que hizo John antes del accidente y que podría llegar a probar que sí que fue él el asesino!
- Sí, pero acuérdate que salió que el padre de John es el comisario… No se lo va a poner fácil.
- ¡Pero si ese hombre sabe que fue su hijo quién mató a los padres de Chris debería detenerlo!
- Ya, pero es su hijo, qué quieres… Es obvio que lo va a proteger…

De repente, la conversación se detuvo abruptamente. Doris no tuvo ni tiempo de preguntarse el porqué de la pausa: a su lado había aparecido Mary Sue, tan radiante y preciosa como de costumbre.
- Bonjour, chicas de mi clase –las saludó con simpatía. - ¿Qué tal estás, Doris?
Doris la miró un momento, con desprecio.
- ¿A qué vienen tantas confianzas? Tú y yo casi no nos conocemos.
El resto de chicas del grupo de las había apañado para desaparecer repentinamente. Todos sabían que cuando Doris se ponía con el KILLER MODE-ON era mejor estar lejos. Muy lejos.
- Los amigos de Nick también son mis amigos- respondió Mary Sue alegremente. Llevaba un ligero vestidito de lino y unas bailarinas, todo blanco. Y estaban en marzo.
- Nick no es mi amigo. Y tú menos.
- Oh, bueno, seguro que eso es algo que podemos arreglar.