dilluns, 4 d’octubre del 2010

Highschool Bizarre Chronicles Capítulo 5 (II)

En ese momento, la puerta de El Cerdo Misógino volvió a abrirse y entraron cuatro jóvenes, y Jim supo al instante que eran los que estaban esperando la chica-mapache y sus secuaces. Dios los cría y ellos se juntan, pensó, mientras examinaba cuidadosamente el grupo recién llegado. Una chica rubia y pálida se había embarcado en una conversación con la camarera, a la que parecía conocer; probablemente era una clienta habitual. Llevaba un vestido celeste muy veraniego y vaporoso, y tenía una elegancia natural que lo captivó enseguida. Iba cogida al brazo de un chico pelirrojo, que lucía una expresión de entre horror y bochorno en el rostro, y vestía un horrible suéter rosa. Detrás suyo, una chica teñida de verde lima y con unos pantalones morados de manzanas amarillas examinaba el platillo de las propinas. El pelo le llegaba a medio cuello, excepto el que le caía de delante las orejas, que alcanzaba los hombros. Al ver que todavía ningún cliente había dejado nada, se giró decepcionada, y entabló conversación con el último miembro del grupo, un chico delgado y moreno que llevaba una camiseta de Nirvana y el pelo recogido en una pequeña coleta.
Un grupo pintoresco, decretó Jim, y aguardó la reacción del trío que tenía detrás.
No hubo ninguna, a parte de un silencio y una tensión sepulcral. El trío de siniestras se habían colocado bien las gafas y se habían subido las solapas de sus gabardinas, llamando inevitablemente la atención.
Pero por algún tipo de extraña casualidad, el grupo recién llegado no se fijó en ellas. Fueron directamente a una mesa al lado de un amplio ventanal, adornado rústicamente, y se sentaron ahí después de ordenarle sus pedidos a la camarera.
Jim Brewster los miró frunciendo el cejo. Parecían un grupo relativamente normal pero, ¿qué hacían esas psicópatas emos detrás suyo?


- Pues no está mal este lugar – declaró Al observando las calles a través del cristal. Como no era una zona especialmente peligrosa, sólo se apreciaba una pequeña calle de casas adosadas y un campo de trigo. – No había venido nunca por aquí.
- Ya –le secundó Doris, mientras se guardaba los sobres de azúcar de la mesa dentro el bolsillo. – Es bonito. Volveremos.
- Me alegro que os haya gustado –dijo Mary Sue sonriente.- Lo encontré el otro día por casualidad, mientras recogía a gatitos abandonados de la calle.
“¿Qué mierdas es esto?” pensó Nick notando como empezaba a ser presa de un ataque de nervios. Mary Sue estaba lavando sus cerebros a un ritmo gradual, y ninguno de sus amigos parecía notarlo. Doris estaba repentinamente encantada con ella, y Al tenía la cabeza en las nubes desde la mañana y no se enteraba de nada.
El amor, ese sentimiento tan terrible, los había aprisionado a todos. Nick se dio cuenta de que tenía que liberarlos.
La cuestión era cómo. En algunas películas había visto que para liberar a una alma captiva se tenía que sacrificar el cuerpo, por muy doloroso que eso resultase, para que ésta pudiera avanzar hasta la siguiente vida, pero en ese momento no se sentía demasiado predispuesto a matar a sus amigos. Y menos usando el cenicero, lo único que había encima la mesa; probablemente Doris le descuartizase antes de que ni siquiera lo levantara.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada